sábado, 4 de agosto de 2007
Anoche acudí con mi hija Laura al concierto "Gitanos de Rajasthan", organizado por el Ayuntamiento de Cádiz dentro del ciclo que ha programado de músicas del mundo en el Castillo de Santa Catalina. Lo que vivimos anoche fue impresionante, y difícil de contar. Y hablo en plural porque, si dudé un poco antes de llevar a mi hija de ocho años al concierto, me alegré muchísimo cuando salíamos, más que satisfechas, y ella, espontáneamente, me dijo: "¡Qué bonito, mamá, me ha encantado!". Su carita lo decía todo.
Fascinante la música de este grupo de India, de una zona muy cercana a Pakistán, compuesto por seis hombres liderados por Karun Goyal, que estaban acompañados por una bailarina y otro chico, mitad bailarín, mitad fakir. Todo un espectáculo que aunaba la música tradicional de la zona, con bailes preciosistas, llenos de color y salpicados de belleza gracias a los espejitos, volantes y aderezos de los vestidos. Ricos ropajes para unos bailes hipnóticos, llenos de ritmo y sensualidad, e incluso acrobacias. En una de ellas, por ejemplo, la bailarina depositaba en lo que parecía un baile ritual de bodas, dos anillos en el suelo, y, puesta en pie y echándose hacia atrás, lograba capturar los anillos con los músculos de los ojos, en un increíble alarde de habilidad y flexibilidad. Por otro lado, el bailarín se movía como volando por el escenario, con una muestra impresionante de equilibrio, al tener en su cabeza un cilindro, -luego dos y posteriormente tres-, y, sobre él -y ellos-, un cántaro de barro lleno de agua. Se movía endiabladamente sin que se cayeran ni el cántaro, ni el agua que había depositado dentro. También bailó con una rueda de carro sobre la cabeza, o hizo de tragafuegos y se pasaba teas por su pecho y sus brazos desnudos.
Una preciosa música la de anoche, que en muchas de las canciones se asemejaba a nuestro flamenco, y que fue degustada por el numeroso público que abarrotó la zona de conciertos del Castillo. Incluso mucha gente se quedó de pie y sin asiento, aunque ésto no les importó: libres de las sillas, bailaron y se movieron fréneticamente al ritmo endiablado del grupo.
Una pena que al final de la actuación, en la que tuvieron muchísima conexión con el público, no ofrecieran ningún bis, sino que se limitaran a vender sus cd's. Se echó de menos alguna canción más o alguna otra muestra de aquellos habilidosos bailarines. Cádiz, que fue Rajasthan durante un par de horas, lo hubiera agradecido, sin duda.
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