sábado, 28 de febrero de 2009

Tiemblo




Desorientada, una vez que he metido mis datos y mi contraseña, no atino a encontrar el camino que ya se había vuelto delicioso por lo rutinario: "Escritorio/Ver blog/Escribir nueva entrada". Pero, pasados unos segundos, mis dedos han dado con las teclas adecuadas, y, temblorosa, me decido a escribir.


Han sido dos meses de silencio, en parte por un estremecedor bloqueo que aún me dura y que espero se me pase ya, porque sin escribir no concibo mi vida. Necesito escribir y leer como preciso comer, beber, besar a mis hijos, ir a trabajar, ducharme, conmoverme con un adagio o simplemente enamorarme.


Ha sido mucho tiempo sin cerezas y guindas... Una navidad bastante más gris para todos que en anteriores ocasiones, decenas de niños palestinos muertos por las asesinas bombas de racimo, la esperanza en forma de un joven presidente negro que un día, de niño, dijo que iba a gobernar el país más poderoso del mundo, la enfermedad de mi madre que la llevó un mes al hospital, la noticia inesperada de una enfermedad de alguien a quien quiero mucho -pero que felizmente parece que la lleva muy bien, gracias a Dios-, el fallecimiento de una persona muy allegada a mi familia y que es como si en realidad lo fuera, otra noticia de otra enfermedad -algo que me ha afectado tan profundamente que jamás lo comprenderían ustedes, y, sin embargo, de lo que no puedo deshogarme aquí, a la vista de todos, aunque me encantaría-, cientos, miles de obligaciones familiares y laborales, la avería gordísima de mi ordenador, felizmente reparado -aunque no sé por cuánto tiempo-, la desidia, pero, sobre todo el bloqueo, ese maldito bloqueo que no se disipaba ni siquiera con el consuelo de las voces amigas que me echaban de menos. "Belén, ¿dónde estás?", "Belén, sigo viniendo", "Belén, que desde el 1 de diciembre no escribes", "Belén, que es una lástima que no podamos leerte"... Y Belén, abrumada porque no se le ocurría nada, o, mejor dicho, porque no quería que se le ocurriera nada, se sentía triste, muy triste de no ser capaz de renovar la cajita de cerezas que ya se estaban quedando mustias y arrugadas... De hecho, sólo fui capaz de entrar dos veces desde un ordenador amigo para echar un vistazo. No pude entrar más. No me atrevía.


Aún desorientada, tiemblo porque quiero iniciar de nuevo el mágico camino de la danza de las letras que vayan llenando esta cajita. Y sé por qué digo lo de "tiemblo"... No sé si seré capaz, pero voy a intentarlo.


Sé que se lo debo, a pesar del bloqueo, a más de una persona. A todos los que me siguen, me quieren y me leen, y a los que mordisquean estas cerezas. Gracias.


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