viernes, 31 de octubre de 2008

... Y Jesús habló





Me refiero a Jesús Neira. Acabo de enterarme de una estupenda noticia: Jesús Neira, que salió del coma hace dos semanas, ayer por fin pudo hablar. Lo primero que dijo, dirigiéndose a su bella mujer, Isabel, fue: "Te quiero. Qué guapa eres. No llores". Luego dijo que era "un milagro sorprendente".

Desde que a finales de agosto el profesor Neira cayera en coma tras la agresión que sufrió por intentar defender a una mujer supuestamente maltratada, su rostro fue el de tantos seres anónimos que luchan por intentar mejorar un poquito este mundo. Incomprensiblemente, su valor y el hecho de enfrentarse a una persona que, según todos los indicios, estaba maltratando a su pareja, hicieron que arreciaran muchas críticas por parte de aquellos que decían que "le estaba bien empleado por meterse en camisa de once varas. Cada cual que se meta en sus asuntos". Afortunadamente, fueron los menos. Y es que es, sí, sé que es complicado intervenir en una situación difícil, pero también es muy fácil volver la vista a otro lado.

Yo ya expliqué en esta cajita de cerezas y guindas qué me ocurrió hace muchos años cuando iba tranquilamente una mañana de septiembre a trabajar. Me hubiera encantado que un Jesús Neira hubiera tenido el valor que tuvo este para defenderme y así no me hubiera sentido tan sola ante el horror. Por otra parte, no me gusta nada que cadenas como Telecinco hayan pagado (por dos veces nada menos) a la maltratada, Violeta Santander, por despotricar contra Neira.

Bravo, Jesús. Bravo también por su familia, ejemplo de entereza. Ahora, recupérese y disfrute de esta nueva segunda vida junto a aquellos que le quieren y recibiendo las felicitaciones sinceras de todos aquellos que, como yo, le admiramos por su tremenda valentía.

martes, 28 de octubre de 2008

Los colores de África





Ébano negro,

horizonte de fuego,

rojo corazón.


lunes, 27 de octubre de 2008

Rutka






"El cerco a nosotros se hace más estrecho." (Rutka Laskier, judía, 1943)

"Hasta entonces, Rutka era simplemente la otra hija de mi padre. El diario me permitió entrar en su mundo, la convirtió en mi auténtica hermana." (Zaheva Laskier, judía, 2007)



Hace unos veinte minutos he terminado de leerme el libro que me dejaron hace un par de días: "El niño con el pijama de rayas", de John Boyne, que como todos ustedes saben se ha convertido en un best seller mundial. Una historia que nació en realidad como un cuento y que al final se ha transformado en una novela corta y en una película, ambas batiendo récords de venta. El libro me ha parecido correcto y supongo que la película estará al mismo nivel. He estado leyendo las críticas en Film Affinity -una de mis páginas favoritas de cine, donde el espectador es el verdadero crítico y quien tiene la última palabra-, y no sé aún si iré o no a verla.

Pero hoy no quería hablarles de este libro, ni de la película, sino de una historia que está ubicada en el mismo contexto, y que ha dado pie a otro libro del que se ha hablado menos, pero del que he leído algunas referencias y párrafos, y del que estoy deseando empaparme.

Todo empieza con la historia de Zahava Laskier, una jovencita que creció como hija única hasta que cumplió los catorce años, una edad decisiva en la que vas dejando atrás muñecas y juegos para irte adentrando poco a poco en la hermosa y a la vez dolorosa experiencia de convertirte poco a poco en adulto. Zahava, a sus tiernos catorce años, en un álbum de fotos que le enseñan, ve en una de las imágenes a una chica que se parece asombrosamente a ella. La pregunta es inevitable: "¿Quién es esa muchacha que se parece tanto a mí?" Es Rutka, su medio hermana, hija de un matrimonio anterior de su padre, le dicen.

Si nos retrotraemos en el tiempo años atrás, descubriremos a la familia de Rutka malviviendo apelotonada en una habitación del gueto de Bedzin (Polonia). Con la terrible perspectiva de ver a su país ocupado por los nazis, y con la espantosa sombra de la "solución final" del "problema judío", la joven Rutka, con catorce años, empieza a escribir un diario el 5 de febrero de 1943. Poco podía imaginarse que, paralelamente, en otro punto de Europa -en este caso Holanda-, otra animosa muchachita alemana, oculta en un desván junto a su familia y a otras personas, también escribía su diario que, se convertiría, con el paso de los años, en uno de los testimonios más estremecedores del holocausto nazi. Se llamaba Anne Frank y falleció unos días antes de la liberación en el campo de Bergen-Belsen, en marzo de 1945.

En el pequeño cuadernito, Rutka plasmaba las impresiones y emociones de todo aquello que estaba acontenciendo y que tanto daño estaba haciendo a su país, a su ciudad, a su familia, a ella misma. Es complicado sin duda ponerse en la piel de esta pequeña mujer que seguro maduró mucho más deprisa que otras niñas de su edad, respirando a través de los poros de su piel ese ambiente terrorífico de destrucción y muerte. Entran verdaderos escalofríos cuando se leen en las mismas hojas, con tan solo unos días de diferencia, las reflexiones terribles sobre el miedo y el pavor a lo que está pasando y a lo que puede llegar a pasar, y a la vez, las frases esperanzadas sobre besos futuros de adolescente. El "He decidido que Janek me bese", se antepone por su sencilla hermosura -por lo que ha de venir-, al espanto de "Cuando veo a un alemán, todo se encoge dentro de mí. No sé si es por miedo u odio", -paradójicamente también por lo que ha de venir-.

La familia Laskier es deportada a Auschwitz en 1943, y por ello el 24 de abril de ese año se interrumpe bruscamente la redacción del diario de Rutka. La chica, sobrada de valor, esconde el pequeño cuaderno en un hueco debajo de las escaleras de casa, tal y como acordó con su amiga católica Stanislawa Sapinska. "Si me pasa algo, ve a buscarlo allí", dicen que le dijo a la fiel compañera de juegos y sueños.

Y así lo hizo Stanislawa durante años, guardando como el más preciado relicario el manuscrito de Rutka y probablemente lo hubiera hecho en silencio hasta su fallecimiento, si no fuera porque el sobrino de la mujer, Szydlowski, un infatigable investigador de la historia de Polonia en la Segunda Guerra Mundial, no hubiera descubierto el impagable documento. "Tienes que publicar esto: el mundo entero se lo merece", expone a su tía. Paralelamente, investiga la pista de la joven polaca hasta que, como en un dramático puzzle, consigue recomponerlo, pieza a pieza. Descubre que toda la familia ha muerto, excepto el padre, Yaakov Laskier. Aquí también la historia es asombrosamente paralela con la de la familia de Anne Frank, pues sólo el padre, Otto, fue capaz de sobrevivir a tal horror, falleciendo en 1980.

Yaakov tenía conocimientos de banca y por ello fue mantenido con vida, para que echara una mano en la conocida como "Operación Bernhardt", que se basaba en acuñar divisas. Una vez que terminó la guerra, resolvió marchar a Israel, pues ya no tenía una familia con la que compartir la alegría del fin de tanto horror, y allí, pasado el tiempo, se casó con la que, con el tiempo, sería la madre de Zahava. Ésta, con el paso de los años, dio a luz una niña a la que, en hermoso y probablemente justo homenaje a su hermana, llamó Ruth.


(El manuscrito se llama "El cuaderno de Rutka" y está editado en España por Suma.)

sábado, 25 de octubre de 2008

Íntimo




Podrá tu cálido aliento

arroparme y envolverme.

Quizás tus cálidas manos

atraparme en sus palmas

y moldearme de amor.

Tu callado gesto

me reconfortará

como muda nana cadenciosa.

El murmullo de tu voz,

apagándose, casi silente,

será mi mejor música.

Calla: no te muevas, no hables…

Que aun sintiéndote,

apenas te sienta.

Así, íntimo, te deseo hoy.



martes, 21 de octubre de 2008







"Mi nombre es Su Haling. Tengo doce años y trabajo de albañil por un dólar al día"...


Hoy quiero hablarles de un terrible caso de explotación infantil. No porque nos coja a miles de kilómetros hemos de quedarnos indiferentes ante el hecho de que cientos de manos infantiles estén dando forma, por un dólar -a veces menos- al día, a Naypyidaw, la capital oficial de Birmania desde 2005. En plena jungla, la Junta militar birmana ha decidido construir una especie de capital fantasma, casi en secreto y también desierta, donde prácticamente sólo se oye el trabajo lento y concienzudo de niños esclavos que trabajan en la construcción de los ministerios y palacios de esta monstruosidad urbanística erigida dentro de la selva.

El mundo en general y la sociedad birmana en particular admiran a la líder opositora y Premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi. Pero, frente a ella, el régimen militarista ha optado por apartarse del pueblo, como si éste fuera escoria pura, para así poder perpetuarse en el poder. De ahí nace Naypyidaw, una ciudad en la que sólo está permitido que habiten los funcionarios de los Ministerios, y que mide unos cuatro mil seiscientos kilómetros cuadrados. Esta ciudad, por supuesto, tiene truco: las avenidas son anchísimas, casi sin recodos ni recovecos, y las sedes oficiales están bastante alejadas las unas de las otras para evitar protestas ciudadanas. Ay, y es que los ciudadanos normales y corrientes incomodan demasiado en un régimen militar, sobre todo cuando están molestos por algo y quieren alzar -como es legítimo- sus voces...

No hay gente, no hay tráfico. Sus enormes y kilométricas avenidas son desangeladas, vacías de vida y llenas de silencio, como si un ataque nuclear hubiera podido con todos y sólo las casas fueran testigos mudos de tanta calle muerta. Naypyidaw está dividida en una parte civil y en otra militar, y no existe ni un centro urbano, ni tiendas, bancos, bares o restaurantes por las calles. ¿Dónde compra esta gente? Pues en unos pequeños locales semiescondidos en unas simples galerías. Los pocos restaurantes están todos concentrados en una colina. El resto, viviendas, viviendas y más viviendas, todas clónicas a excepción del color de sus tejados. No hay parques, ni cines, ni teatros.

A pesar de que la ciudad tiene buenos servicios eléctricos y de suministro de agua, lo cierto es que los funcionarios públicos han decidido ir allí a trabajar sin sus familias, pues se trata de una ciudad tan deshumanizada, que no consideran la idea de que puedan desarrollar una vida feliz allí junto a ellos.

Entre las cien mil personas que viven en la "Ciudad de Reyes" (pues esa es la traducción al castellano del nombre), figuran niños, muchos niños que no viven una infancia normal y que la desarrollan acarreando ladrillos, haciendo mezcla y levantando muros y paredes. Son esclavos que trabajan por un dólar al día. Por esto es posible que un país tan rematadamente pobre como Birmania pueda gastarse cuatro mil millones de euros en construir esta ciudad. Porque estos niños pasan doce horas de su triste vida al día trabajando sin descanso. Estos niños, al igual que otros millones de niños esclavos del mundo, tienen negado el derecho a la educación, pues sus familias viven en condiciones tan precarias, que toda ayuda es poca. Sus manos son las que también han construido los siete hoteles de lujo en la llamada "zona de servicios". Las saunas y los masajes conviven aquí con la venta de bolsos de Vuitton, champán Moët Chandon o perfumes de Chanel. Los perfumes que jamás podrá ponerse Su Haling, la niña birmana que es esclava por un miserable dólar al día.


lunes, 20 de octubre de 2008





Bueno, no exactamente. No es que no tuviera entrada ni tema.

Tengo previstas muchas entradas. Algunas poesías rondando, algún relato esperando a tomar forma, y también temas de actualidad que quisiera exponer para que conformemos, como hacemos otras veces, interesantes debates.

Pero, mientras decidía qué colgar esta noche, he sabido algo que desconocía, y que me ha llenado de alegría, de satisfacción, de... No sé ya ni como decirlo. Y se ha convertido en una prioridad para mostrarlo aquí esta noche, para aquellos despistados, que, como yo, no habían advertido esta gran noticia.

Ybris ha vuelto a su blog. Ha vuelto a escribir. Lo ha hecho con nuevas fuerzas y por fin ya me siento menos vacía. Me pasé para dejarle un mensaje de buenas noches... y encuentro que regresó hace un par de días.

Gracias, Ybris. Los que, como yo, te admiramos profundamente, te lo agradecemos en el alma. Y, a los que aún no lo conozcan, les digo desde YA que no pueden perder tiempo. Que se sumerjan en ese maravilloso mosaico de palabras, que se suban al carrusel de la poesía y al tiovivo de la reflexión más profunda.

Estaba triste por su marcha, pero en el fondo sabía que nuestro Ybris no podía fallarnos. Gracias, de corazón. :o)



sábado, 18 de octubre de 2008

Los lienzos perfectos






Especialmente para mi querida Mami, por la sensibilidad y belleza que demuestra en cada pintura que sale de sus manos prodigiosas.



Vamos a atrevernos.

Pintemos nuestras almas de mil colores,
de ilusión las brochas embadurnadas,
y naveguemos en ríos de risas cristalinas,
de esas que llegan al anochecer y al alba.

Tracemos las líneas de nuestra historia
con los pinceles del recuerdo.
Que no quede ningún hueco por cubrir
en los cuerpos, hoy hechos lienzos.

Que tus manos sean mi marco,
y yo tu cuadro perfecto;
dibújame con el esbozo
de un querer bello y eterno.


miércoles, 15 de octubre de 2008

Disfraces y vestidos








A tantos enamorados preñados de amor...






Vestida sólo con tu imaginación,
paseo por la orilla de tus deseos.
Mares y lunas,
valles y dunas.

Hoy mi cuerpo se preña de ti,
opalescente y frágil.
Mis mares son lunas,
mis valles son dunas.

Me vistes de desnudez
y me disfrazas de amor;
serpenteas en mí
y me buscas, y me hallas, y me tienes.
Toda yo.
Toda duna.
Toda luna.


sábado, 11 de octubre de 2008

Mis papás de verdad









A todos aquellos papás que lo fueron de verdad.



Desde pequeña, noté que algo raro pasaba en mí. Me refiero a mi físico, incluso a mi forma de ser. Era una niña normal. Tenía dos ojos, dos orejas, una nariz diminuta y respingona –“nariz de hada” decía mi papá-, y dos brazos y dos piernas y hasta un ombligo que denotaba que era humana, que había nacido de una mamá y que no era un marciano como yo imaginaba. Porque a veces me veía tan diferente de mi papá y de mi mamá, y también de mis hermanitos, que me quedaba un rato así, observándome en el espejo o mirando fuera a través de la ventana, como estoy ahora, y aunque me hablaran no atendía. Pensaba en que, aunque era feliz allí, en aquella casa inmensa, algo fallaba.

Y no sería porque me faltaran lujos ni cuidados. Todos los días Luisa, una de las doncellas de mamá, me arreglaba las coletas y ayudaba a vestirme antes de servirme el desayuno en la gran cocina de casa. Me gustaba tomar su cacao bien caliente, porque ella lo preparaba de forma especial, y me encantaba mojar el dedo en la mermelada que la mujer echaba a un lado del platito de las tortas. Tortitas recién hechas que me sabían a puritita gloria. Mi mamá solía decir que si se le pudiese pegar un mordisco al cielo, seguro que sabía a las tortitas de Luisa. Ella simplemente bajaba los ojos y sonreía como muestra de agradecimiento. Nunca le vi mirarle mucho rato a los ojos. Mamá era buena, pero imagino que tanto Luisa como Juan, su marido, nuestro chófer, así como los demás criados, les tenían demasiado respeto como para cometer equivocaciones tontas que les hicieran ganar alguna reprimenda, o, lo que es peor, perder sus puestos de trabajo.

Pasaban los años y, conforme iba creciendo, más iba advirtiendo la diferencia –por dentro y por fuera- entre mis dos hermanos, un chico y una chica, y yo. Ellos sí se parecían, tanto en su cara, como en sus gestos, o en su carácter. Yo sospechaba tantas cosas que incluso alguna vez le pregunté a mi mamá si yo era adoptada. “Pero… ¿qué tonterías dices, Alejandra?”, me decía, mientras una leve sonrisa intentaba ocultar lo que yo constataba como certera incomodidad. A tal punto me hice pesada que una vez en que la miré fijamente a los ojos tras preguntarle la misma cuestión, una bofetada me cruzó el rostro tras escuchar una breve reprimenda. “Como vuelvas a decir eso más, te vas a enterar”, me dijo, colérica. Les juro que no me dolió aquella bofetada, que aquellos dedos estampándose contra mi rostro no me parecieron pequeños látigos como así fueron en realidad. Y esto fue así porque en aquel momento me di cuenta de que, efectivamente, algo raro ocurría en aquella quinta inmensa, donde los bellos jardines me servían para dar largos paseos y concentrarme en mis pensamientos, mientras año tras año iba creciendo y convirtiéndome en mujer.

Estaba a punto de licenciarme en Historia cuando resolví que con mi bagaje, mis sospechas no podían quedarse en agua de borrajas. Necesitaba saber de una vez qué era lo que me atormentaba, aunque no lo supiera realmente. No tenía ni idea de por dónde comenzar, ni en dónde buscar; ni siquiera era consciente de que tuviera que hallar algo en realidad. Mi afán investigador empezó a dar sus frutos: revolví viejos periódicos en la hemeroteca de la biblioteca pública, indagué entre los profesores de la Universidad, navegué horas y horas en la red quitándole tiempo a mi propia carrera en busca de otra carrera: la que debía jugar contra el tiempo, porque día que pasaba, día que me atormentaba más y más en busca de una respuesta coherente a algo que no sabía exactamente qué era.

Ahora, cuando ya han pasado veinte años desde que empecé esa búsqueda loca, me llega la noticia de que Jorge Videla, “el Hitler de la Pampa” como se le conoce, tendrá que volver a prisión y abandonar el arresto domiciliario que permitía que durmiera hasta ahora en una mullida cama rodeado de comodidades. Él fue quien autorizó que mi papá y mi mamá fueran torturados con la picana y arrojados vivos al mar desde un avión. Mis papás verdaderos, claro, porque de los otros, aquellos que me acogieron en su quinta inmensa y a los que no me parecía en nada, ni en su cara, ni en sus gestos, ni en sus caracteres, renegué en cuanto me enteré de su sucia trampa. Una trampa que urdieron para quedarse con un capricho: con una nena que no era suya y que nunca jamás lo sería de verdad.

miércoles, 8 de octubre de 2008

Mamá





Leche de vida,

paz que fluye, caliente;

tú y mi pecho.



lunes, 6 de octubre de 2008





Para todos aquellos que dependen tanto de esa persona a la que aman.





Trémulas, inesperadas casi,
tus manos se tienden a mí.
Buscan el vacío del abismo,
porque aunque yo me ofrezca a ti,
sabes que soy,
en el fondo,
el acantilado de tus dudas.

No, amor, no temas:
soy tan débil, y te quiero tanto,
que extenderé la red que esperas
aun temiendo que me hagas daño.


viernes, 3 de octubre de 2008

Torbellino




Henchido, mi corazón gozoso
te acoge, clemente,
entre nubes turbias de amor desbocado.

El sentimiento que todo lo puede,
hasta derribar las barreras
que tú y yo no creíamos vivas.

Deja que galope, que se derrame, que no se esconda.
Deja que nos inunde, implacable, que nos derrita.


;;

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