martes, 27 de abril de 2010

Lágrimas negras



No puedo. No puedo soportarlo. No soporto no poder contarte mis cosas, no poder verte, no poder consolarme en ti, no poder bañarme en tus palabras, en tus consejos, en tu respiración de siempre, en tu respiración forzada de las últimas semanas. Quiero que vuelvas, mamá.

No soporto estas lágrimas negras que me duelen como mil puñales, que anegan mi rostro, inexorables, mientras esto escribo. Te encantaba, al igual que a mí, que escribiera, pero hoy, si no fuera porque con ello me desahogo, también lo odiaría, como odio esta noche todo lo que me rodea. Quisiera darle mil patadas al mundo y huir, huir, huir...


martes, 20 de abril de 2010


Pepe y yo en el verano de 1987, en los estudios de Radio Cádiz SER. La foto, detrás, tiene una dedicatoria de él que dice: "Para mi entrañable compi Belén que es cantidad de buena gente. Pepe Benítez".





Hoy la radio gaditana está de luto. Y mi corazón, con ella.


Cuando entré a trabajar como locutora en Radio Cádiz en 1984, con unos escasos 16 años, poco podía imaginarme que aquel señor que yo oía en la radio a diario, y sobre todo en la época de carnavales, iba a convertirse en poco tiempo en mi mentor, en mi Maestro -así, con mayúsculas-, en mi confidente y en mi amigo. Pepe Benítez, con su cigarrillo siempre en la boca, ese mismo que le mató, como acertadamente describía mi querido José Antonio Hidalgo en su obituario sobre Pepe, fue mi auténtico Maestro. Era la radio de Mary Carmen Coya, Juan Manuel Pedreño, Inés Alba, Antonio Yélamo, Arturo y Mario Paramio, José Luis Ariza, los "novatillos" José Antonio Hidalgo y Pepe Monforte, y mis compañeros de Los 40 Principales, entre ellos Manolo Casal. Pero había vida profesional más allá de Los 40 Principales, y de la mano de Pepe Benítez, simultáneamente, empecé a recorrer en la Onda Media el fascinante mundo del flamenco, los magacines radiofónicos, las entrevistas, y, sobre todo, del carnaval, que en parte ya conocía por la trayectoria de mi padre, José Peralta. Yo era en 1987 una chiquilla de poco menos de 20 años que sustituía a Pepe Monforte en el inalámbrico, tanto en el Gran Teatro Falla como en la Ostionada, la Erizada, la cabalgata... y Pepe fue quien me enseñó absolutamente todo. De su mano aprendí a manejarme con soltura dentro del masculino mundo radiofónico del carnaval (ahora hay más chicas en el Falla, pero entonces éramos sólo dos o, como mucho, tres, y no digamos en micrófono inalámbrico, creo que yo estuve unos años sola). Formábamos una curiosísima pareja: yo, tan alta, tan niña, tan inexperta. Él, bajito y con la madurez que le daban los años y la profesión. Siempre me repetía sonriendo: "Belencita, la veteranía es un grado". ¡A cuántos colacaos me invitó en el California antes de empezar las sesiones de Carnaval en el Teatro Andalucía, mientras se remodelaba el Falla! ¡Qué sensación la primera vez que me dijo que le sustituyera en el micrófono fijo y dejara de hacer inalámbrico durante un rato, tanto en el Falla como en la Erizada, mientras él se fumaba un pitillo o presentaba a las agrupaciones en el tablao! En aquella época conocí a un jovencísimo Juan Manzorro que también daba sus primeros pasos con el inalámbrico de Antena 3, y del que sé porque me lo ha dicho, que siente la misma pena que yo porque Pepe, nuestro Pepe, se nos ha ido.

Me enteré de su fallecimiento a las ocho de la mañana, ya en el trabajo, y por circunstancias laborales me fue completamente imposible asistir, tal y como hubiera deseado, a su responso. Emocionalmente no estaba preparada, pues mi maravillosa madre, a la que él por cierto entrevistó para un espacio que me dedicó ("Dulces recuerdos" se llamaba, en el que hacía un repaso de mi carrera radiofónica hasta entonces), falleció hace un mes escaso y precisamente fue velada en el mismo tanatorio. No, quizá no estaba preparada, pero deseaba compartir esa pena y este disgusto tan grande con aquellos que tanto le quisieron y que tantas horas, como yo, trabajaron a su lado. Las circunstancias de la vida hicieron que la última vez que supe de Pepe fue en estos Carnavales, cuando me enteré de que estaba muy mal... y por desgracia, ya no lo tenemos entre nosotros. ¿Es posible querer y apreciar tanto a una persona aunque haga algún tiempo que no sepas de él? Definitivamente, sí. He pasado una mañana muy, muy triste, (una más de todas las que llevo desde el 27 de febrero. Desde entonces, han sido cuatro fallecimientos de familiares o amigos), pero, como me ha dicho Juan Manzorro, recordémosle con la alegría que él siempre transmitió a través del micrófono.

Pepe, fueron unos años maravillosos aprendiendo de ti: un gran Maestro, pero sobre todo, de una gran, bellísima persona. Y por eso, siempre, siempre, te llevaré en el corazón.



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