domingo, 19 de agosto de 2007
Me quedé ahí, quieta, esperando, vestida con mi insultantemente sutil desnudez y el paño blanco de tus lágrimas de hombre, aquellas que nunca quisiste mostrarme, pero que aprendí a escudriñar en tus ojos azules, inmensos, tristes.
Esta noche, en mi cama, navegaré en el mar de tus ojos.
Para etiquetar en la cajita como: Guindillas picantes
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8 mordiscos a esta cereza:
Un día, Guinda, te llevaré en mi jabeque a recorrer mares de ensueño y a escuchar el dulce son de sus olas.
Cuando tú quieras, Corsario, aunque cuando leo tus poesías ya viajo.
Y sueño...
Sabe el mar de su frescura
y su atractivo hechizo
que tanto frente le hizo
la Guinda de plata pura.
Estoy viajando... y soñando...
Gracias, gracias, mi Corsario con patente. Patente para seguir describiendo sueños, poesías, colores y fragancias, mil mares que surcar y mil nubes que divisar desde la cubierta del barco.
Mi Corsario con patente.
Brillan las lágrimas doradas del cálido sol del ocaso derramadas en la tazita de plata cual torrente de brillantes perlas, y no se si veo el más bello rincón del mundo o el más bello rincón del cielo... y una guinda de plata, algo oxidada y ennegrecida, pero de plata al fin, que, cuidandola, acariciandola con un poco de Sidol y no abandonandola, conseguiremos que vuelva a brillar.
Me has emocionado, pirata... Sabes que me sentí herida en lo más profundo y sí, esta Guinda se ennegreció. Poquito a poquito parece que vuelve a surgir aunque sólo sea para seguir haciendo esto que le encanta y que no es otra cosa que escribir.
Bicos y apertas, amigo.
B.
Te he dejado la primera parte en mi blog
No te olvides nunca de sonreir; pues lo mejor que una persona puede ofrecer es su sonrisa.
Gracias. Cuando no tengas ganas de hacerlo, me acordaré de tu sabio consejo.
Bicos y apertas.
B.
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