miércoles, 15 de agosto de 2007
Mi querido amante:
Te escribo esta carta un par de minutos después de haber pensado en ti. Cuando digo esto, no me refiero a un pensamiento casto, desprovisto del deseo que a cada momento me acompaña cuando imagino tu nombre. Pienso en el desbocamiento más salvaje, en el hondo trepanar de la herida, en el dolor punzante de tenerte lejos y saber que jamás degustaré aquellos platos que me prometiste, tomados de tu boca, bebidos de tu piel, deseados hasta las simas más inquebrantables, aquellas que por lejanas nunca llegué a recorrer. Me refiero al orgasmo que jamás compartirás conmigo.
Mi querido amante, aquel que fuiste querido sin llegar a ser acariciado, lamido, besado, pero igualmente querido.
Mi querido, querido amante. Mi amante querido.
Te escribo esta carta un par de minutos después de haber pensado en ti. Cuando digo esto, no me refiero a un pensamiento casto, desprovisto del deseo que a cada momento me acompaña cuando imagino tu nombre. Pienso en el desbocamiento más salvaje, en el hondo trepanar de la herida, en el dolor punzante de tenerte lejos y saber que jamás degustaré aquellos platos que me prometiste, tomados de tu boca, bebidos de tu piel, deseados hasta las simas más inquebrantables, aquellas que por lejanas nunca llegué a recorrer. Me refiero al orgasmo que jamás compartirás conmigo.
Mi querido amante, aquel que fuiste querido sin llegar a ser acariciado, lamido, besado, pero igualmente querido.
Mi querido, querido amante. Mi amante querido.
Mi despreciado amante.
Para etiquetar en la cajita como: Guindillas picantes
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