viernes, 25 de abril de 2008
“¿Quién dijo miedo?”, me atreví a susurrarte.
Me abalancé contra tu pecho de vellos de medusa, flotantes ramitas de un bosque varonil que esperaban el disparate de mis dedos inmisericordes. Me gustó jugar con tus rizos, tu cuerpo cálido, tus brazos fuertes que se convirtieron en mi salvavidas protector, al menos durante unas horas. Me encantó dominarte y saberte dominado, disfruté con la complacencia en tu desnudo, aprendí que quien tiene el poder puede, en una décima de segundo, verse transformado en un dócil corderillo. Supe distinguir en el brillo de tus ojos la dulzura de la picardía, la indolente dejadez de la mirada más perversa, la inocencia constante de la travesura por llegar.
“¿Quién dijo miedo?”, me contestaste.
Me apretaste las muñecas con infinita mesura, dosificando las fuerzas y provocándome un daño que no dolía, un tormento que esperaba y que olía a picardía de niños en cabaña de árboles, a juego detrás de las rocas de la playa. Me buscaste las cosquillas, con esa dulce tortura de azúcar que tanto me gusta y tanto persigues. Me buscaste los besos, aquellos que se asemejan a la medicina que auxilia en los momentos más delicados. Supiste encontrar el justo equilibrio entre lo indecente y lo correcto, entre el placer y el dolor, entre lo divino y lo humano.
¿Quién dijo miedo si, por muy desvalidos que nos sepamos, siempre hallaremos el consuelo de tenernos? ¿Quién dijo miedo al deseo y al amor? ¿Quién dijo miedo?
Para etiquetar en la cajita como: Guindillas picantes
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2 mordiscos a esta cereza:
Si tuviera pelo en el pecho, lo tendría erizado, jajajajaja
De ahí deduzco, querido Nean, que:
a) O te depilas, o no eres velludo.
b) Que te ha gustado. :-))
Besos,
B.
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