miércoles, 10 de septiembre de 2008
Hoy, entre viejos papeles, haciendo limpieza, he hallado con sorpresa este pequeño relato que escribí con poco más de catorce años. Lo traigo a mi cajita de cerezas y guindas para que no se pierda y se mantenga aquí, con la frescura e ingenuidad de mi edad adolescente, pues no lo he retocado lo más mínimo, ni en expresiones, ni en comas, ni en tildes, ni en mayúsculas, ni en nada de nada. Tal cual. Espero que comprendan -y disculpen- los fallos que pueda tener. No es bueno, pero a mí me encanta por la gran cantidad de recuerdos que me ha traído de repente, puesto que incluso lo presenté a un concurso, años después, y por supuesto sin ganar nada... Les invito a que se sienten en el suelo, formando corro, y me dejen que les cuente este cuento...
Se lo dedico con cariño a Lola y Auxi, por tener sus almas dedicadas a la música... Shhh... Comienza el cuento...
EL ALMA ERRANTE
Soy un alma errante. No tengo edad, ni sexo, ni patria. Hace ya mucho tiempo fui una persona como lo podéis ser vosotros, pero mi ansia, mis ganas de poseer una de las artes más hermosas que haya podido crear el hombre, me perdieron, y me convirtieron en lo que hoy soy: un alma errante, que vaga y busca la solución para convertirse en ser humano y así poder descansar de una bendita vez.
Y no es que me desagrade ser un alma: no tengo que preocuparme de cosas terrenas como comer, beber, soñar o trabajar. Pero este estado de ingravidez me preocupa y me distrae, me angustia y me hace pensar demasiado, así que día a día trato de buscar la solución a mi problema, hasta ahora, sin resultado.
Todo comenzó hace muchísimos años. Yo era una persona medianamente feliz, medianamente normal, medianamente gris. Pero había algo que me sacaba de mi tedio, de mi rutina habitual, y eso era la Música. Ella era mi amiga, mi compañera, mi esposa, mi amante. Era mi Todo, y yo lo era todo por ella. Por la Música hubiera matado, robado, mentido a mi mejor amigo. Yo era un ser poseído por la Música y la Música me poseía a mí.
Una tarde de otoño me propuse algo descabellado: encerraría la Música. Sólo yo en todo el planeta Tierra tendría derecho a gozar con ella. Sólo mis oídos podrían disfrutarla, sólo yo, sólo yo. Era una idea que me obsesionaba y que me atrapaba, que me consumía. Yo no era yo, era un ser poseído y hasta mezquino, si me lo permitís.
Construí un recipiente de cristal fino, de forma similar a la de los relojes de arena. Estudié la manera de fabricar un brebaje para enloquecer y emborrachar a la Diosa de la Música, para así apoderarme de Ella e introducirla en mi recipiente mágico de cristal.
No sé si fue el Hado, no sé si fue el Destino, pero tras muchos esfuerzos mi persona se vio recompensada: por fin encerré a la Música. Por fin yo era yo. Por fin sólo mis oídos podrían ser acariciados, lamidos, enamorados por Ella. Por fin, por fin, por fin... Yo ya no era medianamente feliz. Yo era Yo, así, con mayúsculas, por tener a la Música en mi poder, para mí.
De vez en cuando, tomaba en la palma de mi mano el recipiente de cristal y lo miraba. Me embobaba, mis sentidos ni siquiera existían con Ella delante. Me sentía un ser avergonzado por mi pequeñez y por su grandeza. Yo, un ser tan gris, tan poca cosa, había conseguido atrapar un arte tan bello para mi uso y disfrute. No me lo creía. A veces me cansaba de observar el tiestecillo de cristal y comenzaba a moverlo, primero muy despacio, luego lo giraba y finalmente lo agitaba con desesperación. Enloquecía y me sentía morir de placer por poseer algo tan hermoso y que tanto esfuerzo me había costado conseguir.
De nuevo el Hado o el Destino quisieron jugar conmigo, y una soleada mañana de primavera, el recipiente de cristal fino se me cayó de las manos. Yo me quedé de una pieza, mirando fijamente los diminutos cristales en los que se había convertido el relojillo de arena sin arena. En ese instante, una voz, no estruendosa como la de los genios de los cuentos infantiles, sino melodiosa y dulce, como la de un efebo adolescente, me maldijo y me condenó a vagar como un alma hasta hallar la solución para poder convertirme en mortal.
Yo no podía creerlo, pues no esperaba tal castigo de la Diosa de la Música, Aquella por la que había hecho tanto. Pero, efectivamente, me convertí en alma errante, y así continúo. Vago y yerro sin rumbo fijo, y, lo que es peor, sin posibilidad de poder gozar de nuevo con Ella, ya que la Diosa de la Música me dejó sordo antes de la transformación. Sólo deseo que la Música siga siendo amada, pero sin llegar nadie al extremo increíble de ansia al que yo llegué, y que me ha llevado a ser un alma errante, sin edad, sexo, ni patria.
Cádiz, 1981
Para etiquetar en la cajita como: Cerezas y guindas dulces
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8 mordiscos a esta cereza:
Pero qué belleza!
Admiro tu narrativa,tu estilo
y tu sensibilidad!
♥♥♥besos♥♥♥
Madre mia...
Y a mi me estaban echando de los futbolines a esa edad....
Besos!
Madre de Dios! Si escribias ya asi de bien a los 14!! Yo veo ahor cosas que escribi incluso mas tarde y se me cae la cara de vergüenza, mi mas sincera enhorabuena...
Estos textos que se recuperan de nuestros años de juventud... tienen una frescura especial...
El texto te define perfectamente, en belleza y sensibilidad.
Muy buena tu narrativa y la idea. me ha encantado, Guinda de Plata. Demuestra la fascinación que tenemos en la juventud por los cuentos. Yo en 1981 llevaba tres años en Sevilla, y por desgracia para mí, había olvidado toda esa magia literaria leída y vivida en mi pasado, para vivir rodeada de vulgaridad superficial. Y mis escritos guardados y olvidados, cosas.... gracias a blogs como el tuyo y el de Candela, he "vuelto"...
Muy buena tu narrativa y la idea. me ha encantado, Guinda de Plata. Demuestra la fascinación que tenemos en la juventud por los cuentos. Yo en 1981 llevaba tres años en Sevilla, y por desgracia para mí, había olvidado toda esa magia literaria leída y vivida en mi pasado, para vivir rodeada de vulgaridad superficial. Y mis escritos guardados y olvidados, cosas.... gracias a blogs como el tuyo y el de Candela, he "vuelto"...
!Vaya! que recuerdos tan valiosos guardamos...y que entrañables cuando nos encontramos de nuevo con ellos. Fantástica tu imaginación, demostrando tener madera. Tu único fallo fue querer atrapar a la música, por lo demás no he visto más fallos (así que no te preocupes)
Muchas, muchas gracias por tu dedicatoria
Un abrazo cariñoso
Muchas gracias a todos, de corazón.
Si ya este cuentecito tenía un valor sentimental especial por las circunstancias que ya he contado, os aseguro que más tiene a partir de ahora, pues va adornado con vuestros comentarios, siempre tan valiosos.
Lola, de nada por la dedicatoria pues tanto tú como Auxi y todas aquellas personas amantes de la música os lo merecéis.
Besos a todos,
B.
PD: Charo, no sabes cuánto me alegro de que "hayas vuelto"...
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