lunes, 24 de septiembre de 2007

Súplica


Si te descubro
encendido,
con el deseo del curioso
y las ganas del novato,
no te quejes
de los besos malignos,
las caricias a pares,
los destellos en mis ojos.

Espectador de mis senos,
jugador entre mis muslos,
actor de situaciones aprehendidas
(y aprendidas)
de muchas mujeres,
pero únicas en cada una de ellas.
No te quejes.
No.

Consúelate.

Así soy,
Así eres.

5 mordiscos a esta cereza:

Unknown dijo...

Yo sólo me quejo de lo que no me pasa; pues todo lo que me sucede en esta vida son privilegios. Tanto las cosas bonitas como las desgracias: Las primeras porque con ellas se disfruta, las segundas porque de ellas se aprende ¿Cómo puedo quejarme de ser privilegiado?

Tal vez sólo para no acomodarme y seguir luchando.

Maria dijo...

¿cómo puedo quejarme de ser privilegiado? enhorabuena corsario por esa frase, si me permites me la apunto. Cuánta razón y qué pena que la mayoría de las veces estemos quejándonos.
Guinda, no puedo decir nada del poema, corsario ha plasmado perfectamente lo que yo he sentido al leerlo.
Gracias

Elocuente dijo...

Hola Guinda de Plata. Gracias por tu visita a Cómemeelcoco. Te la devuelvo y quedo gratamente impresionado. Hay mucha sensualidad por aquí... Nos vemos. Besos.

Belén Peralta dijo...

Hola, amigos, buenas noches.

Corsario, de verdad que tienes alma de poeta hasta en tus comentarios, me refiero a cuando sales de tus poesías, tan hermosas y tan sentidas. Lo tuyo, por cierto, sí que es poesía. Lo mío, ya te lo he dicho en otras ocasiones: son simples pensamientos puestos en vertical.

Tu reflexión es brillante, preciosa, no me extraña que María se la haya apuntado.

María, de verdad, me siento muy halagada por tus comentarios siempre tan buenos hacia lo que escribo. De verdad que para mí es un honor que entres a esta tu casa.

Elocuente, ¡qué alegría que te hayas pasado por aquí! Me gustó mucho tu sugerente blog y por eso te dejé el mensaje. Pásate cuando quieras, me encantará recibirte.

Luna Carmesi dijo...

Si me rindo excitada,
con la premura de mi mojado desorden,
Es por oír tu fluido mientras firmo mi condena entre tus oquedades.

No me pienso quejar.

Un beso.

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