domingo, 9 de septiembre de 2007
Sintiéndote,
como si apenas existieras,
como si fueras sólo una sombra,
como un dibujo desvaído
de carboncillo sobre papel.
Sospechándote,
como cuando te metes de soslayo en mi cama,
y mientras duermo,
me besas los párpados,
aquellos que por ello nunca quiero abrir.
Intuyéndote,
como cuando advierto el chasquido
de tus besos divinos en mis orejas,
y tu vaho caliente
regala oleadas de tibieza.
Te siento, te sospecho, te intuyo... Te tengo, al fin.
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7 mordiscos a esta cereza:
...Y luego se queja mi mujé de que ando salido. Uno es de carne y hueso.
Buffffffffffffffffffff. Siempreeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee.
Pues me habéis dejado muy sorprendida, porque sinceramente no esperaba arrancar estos elogios tan... ¿encendidos? ;-))
Debe ser que es cierto que las mujeres somos más románticas que vosotros, los hombres, más carnales...
Un beso para mis dos niños, cada uno en una punta de España.
B.
Yo que soy de la tribu de los prosaicos de toda la vida he de reconocer una cosa que no deja de llamarme la atención: el poderoso influjo de la conceptos guerreros en la imaginería erótica.
Poseer, conquistar, someter,... Hay que reconocer que los hippies eran unos ingenuos con aquel lema de : Haz el amor y no la guerra, cuando a las claras se ve que se trata de la misma cosa con otros medios.
Sí, doctor, hay que reconocer que por ejemplo yo soy la más romántica del mundo, pero que también me encantan esos conceptos de sometimiento. No tiene usted más que leer algunos de mis relatos para comprobarlo.
Más de una vez he desistido de colgar alguno porque la idea del sometimiento que subyacía en el mismo me parecía demasiado fuerte para exponer el relato en público.
Un beso dulce de cereza,
B.
Guinda: Aún no sabes lo romántico que puedo llegar a ser yo. Je, je, je.
No, no lo sé, pero me lo imagino, mi querido Corsario.
Te debo un relato, por cierto, mi Caballero de mil mares.
Biquiños y apertas,
B.
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