lunes, 26 de octubre de 2009
Látigo electrizante.
Así defino tu lengua,
esa que hoy, con descaro,
me humedece y me atraviesa.
Espadas que centellean.
Así llamo yo a tus dedos
que, largos e inquisidores,
queman mi herido cuerpo.
Carbones incandescentes.
Así nombro yo a tus ojos,
que se abren como lagos
para enredarse en mi todo.
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4 mordiscos a esta cereza:
Lengua, dedos, ojos como látigos, espadas, carbones.
Certeras imágenes para describir aquello que se nos enreda como lago abierto.
Besos.
Pero, entre todos ellos,
se clava la voz,
implacable y certera,
como un aguijón
que penetra la memoria.
Un abrazo
Ybris, maestro... No te imaginas cuánto te echo de menos. Vuelve a escribir cuando te encuentres mejor, por favor, por favor... No sabes cuánto te agradezco que te sigas pasando por aquí aunque ya no llenes tu "vacío" blog.
Noray, siempre contestando con unos versos certeros y preciosos. Eres incorregible, pero es que ya se sabe... el que nace poeta nunca deja de serlo :-))
Besos de buenas madrugadas a ambos.
B.
Y en el amor, en la pasión, tenemos siempre esa necesidad de nombrar las cosas, de llamarlas por su nombre o por otro, porque nombrarlas, renombrarlas, les da sentido, las hace poesía.
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