viernes, 23 de mayo de 2008

Una vez más y se acabó






Raquel se había prometido a sí misma que era la última vez que quedaba con David. Se avergonzaba de su debilidad, de no saber mostrarse a la altura a la que ella consideraba que debía estar y que era la de no volver a caer en la red de ese adulador adorable.

Se duchó y dejó que la espuma resbalara sobre la piel, impregnándose de un suave aroma de aloe vera que la dejó como nueva. Sin usar la toalla, se dejó envolver por el cálido albornoz afelpado y se sentó en el borde de la bañera. Colocando la cabeza boca abajo, a punto de sacudir un fuerte chorro caliente de aire contra su pelo enmarañado, decidió que lo mejor sería ponerse algo de espuma y dejar que se secara sin más.

Faltaban unos cuarenta minutos para la cita. Se vistió con rapidez –tanga de encaje rosa, sujetador de aros, falda gris marengo y blusa blanca- y dejó la tortura de los tacones, como siempre y como era lógico, para el final. Era diestra en el arte de maquillarse en tres minutos como si lo hubiera hecho en quince, y se enjoyó con unos pendientes de plata, una sortija en el índice derecho y su reloj con correa de piel. No le hacía falta más. Ah, sí, el perfume. El perfume, qué tonta. “Sin perfume voy como desnuda”, pensó, mientras se echaba las últimas gotas de aquella esencia que conjuraba atardeceres decadentes en Praga y noches de ensueño en París. “Mierda. Se me ha acabado. Se acabó. Mierda. Mierda”. En ese momento no imaginaba cuán profético iba a resultar su improperio.

El móvil. La cartera –“¿Llevo suelto?”-. La barra de labios. Los pañuelos de papel. Las llaves del coche. Las llaves de la casa. Todo al bolso. El de serraje gris, que costó carísimo y apenas lo había usado hasta entonces.

Raquel bajó corriendo las escaleras, con el alma saliéndosele por la boca, no por la hora, porque sabía que iba bien de tiempo, sino porque era la última cita con David. No le apetecía, no podía, quedar más con él. No porque no le gustara, por supuesto, ya que por el chico hubiera recorrido desnuda el desierto de Atacama o se hubiera comido cruda una cucaracha gigante. Lo que fuera. David era su debilidad, su punto flaco, era aquél por el que sería capaz de cualquier cosa y el que mejor había sabido arrancar suspiros de amante en unos encuentros inolvidables.

“Que no, joder, que no. Que no puede ser. Que esto no puede seguir así. Y mira que me gusta el jodío… Hoy y se acabó. Se acabó”.

A los dos días, David acudió con su novia a los funerales por el alma de Raquel. La policía aún no se explicaba cómo había podido suceder el accidente en una noche clara y un tramo sin curvas ni obstáculos. El informe posterior llegó a la conclusión de que la conductora, distraída sin duda en sus pensamientos, realizó una fatal maniobra.

5 mordiscos a esta cereza:

yinyang mason dijo...

Bueno, Belén. Veo que sigues en forma. Hace tiempo que no leía ninguno de tus escritos. Ya sabes, el tiempo, el stress, el trabajo... Siempre el puto trabajo. Hoy por fin he podido pararme y comer algunas de tus cerezas. Por cierto, ¿sabías que cerca de mi casa se están vendiendo unas cerezas riquísimas?

Siempre.

El Lobo Feroz dijo...

Muy malo esto de no estar en lo que haces...
Un mordisco.

Belén Peralta dijo...

Ya sé, ya sé que estás muy liado, y que no es una excusa, por tanto no suena a eso. Me alegro de que te hayas comido algunas de estas cerezas y espero que, aunque las que vendan cerca de tu casa estén ricas, las mías te lo parezcan más aún.

Siempre,

B.



Lobito... gracias por este mordisquito a una de mis cerezas. Sabes que me alegro mucho de verte por aquí. :-))

Y sí, hay que estar atento a lo que uno se trae entre manos, si no, pasa lo que pasa...

Besos,

B.

Doctor Krapp dijo...

Pensaba leyendo este texto en ese hermoso y triste final de Retorno al pasado, cuando Robert Mitchum acompañado de la mujer que le ha llevado a la ruina, decide provocar el accidente mútuo que lleva a ambos a la muerte, deseada por él sabiendo que ya no tiene futuro.

Belén Peralta dijo...

No podía faltar el maravilloso toquecito cinéfilo de mi Doctorcito... Es cierto, has nombrado una gran película y uno de mis actores favoritos, por cierto.

Un beso de cine, ;-))

B.

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