jueves, 22 de mayo de 2008
Para todas aquellas cuyas caras y cuerpos sirven de lienzo para el horror
Se quedó admirado del lienzo que estaba pintando. Una golosa sinfonía de frutos rojos orlaba aquella tela. Morado fuerte de arándano, rosa chillón de frambuesa, rojo punzante de fresa...
Él estaba orgulloso de su obra. Triunfante, henchido.
Lo terrorífico, lo espeluznante de esta historia, es que ese lienzo era la piel de su compañera, antes nívea y tersa, y ahora macilenta y lastimada. Eran los rojos y morados frutos de su amor reconvertido en horror. Un hilillo de sangre color guinda seguía corriendo por el lienzo de una cara aterrorizada...
Él estaba orgulloso de su obra. Triunfante, henchido.
Lo terrorífico, lo espeluznante de esta historia, es que ese lienzo era la piel de su compañera, antes nívea y tersa, y ahora macilenta y lastimada. Eran los rojos y morados frutos de su amor reconvertido en horror. Un hilillo de sangre color guinda seguía corriendo por el lienzo de una cara aterrorizada...
La pintura aún no estaba acabada, desgraciadamente para ella. Aún faltaban brochazos por dar.
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5 mordiscos a esta cereza:
jamía, qué tétrica
No sólo las rosas tienen espinas. Me gusta tu lado espinoso, Guinda.
Creo que el doctor lo ha captado. Hay ocasiones (como ésta, la del maltrato), en que es imposible hablar con dulzura. Las cosas son como son. Ahora, que lo logre o no, ya es otra cuestión... ;-))
Besos para Nean y para el doctor K.
B.
¡Qué forma más poética de expresar el horror del maltrato y la locura del maltratador!
Gracias por tu comentario, Fermín. Me alegro de que te haya llegado lo que quería expresar, un tema del que ya he hablado en otras ocasiones en esta cajita de cerezas.
Besos,
B.
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