domingo, 18 de mayo de 2008

La heroína que regaló vida






"La razón por la cual rescaté a los niños tiene su origen en mi hogar, en mi infancia. Fui educada en la creencia de que una persona necesitada debe ser ayudada de corazón, sin mirar su religión o su nacionalidad". (Irena Sendler)



Generalmente, cuando hablamos de heroína, siempre se nos viene a la mente esa sustancia que marcó tristemente a cierto sector de la juventud de los setenta y ochenta. Luego se vio desbancada por drogas con más “presencia social”, como la cocaína o el éxtasis.

Hoy quiero hablarles de otro tipo de heroína. La heroína que regaló vida y que hace tan sólo unos días se nos fue de este mundo, con el cuerpo muy anciano pero el corazón tranquilo por haber hecho lo que tenía que hacer. A pesar de las brutales y crueles torturas, a pesar de ser plenamente consciente del peligro que corría su vida.

Irena Sendler, conocida también como la Madre de los niños del Holocausto o el Ángel del guetto de Varsovia, nació en Polonia hace 98 años. Arriesgó su vida en la Varsovia ocupada durante la Segunda Guerra Mundial, rescatando a unos 2.500 niños de las formas más insólitas e inimaginables: los escondía dentro de ataúdes, de cajas de herramientas, de sacos de patata; los ocultaba entre la basura, los metía en armarios, despensas y alacenas, junto a los escasos víveres en los tiempos de guerra. La enfermera polaca los ponía a salvo llevándolos a conventos y a viviendas de familias católicas, donde ella sabía que los nazis no iban a buscar.

Cuando se descubrió todo, esta valiente mujer fue atrozmente torturada por el régimen nazi y condenada posteriormente a muerte. La resistencia logró rescatarla poco antes de ser ejecutada.

Mientras el empresario Oscar Schindler recogió el merecido aplauso de todo el mundo por ser el salvador de unos mil judíos, Irena Sendler no fue conocida más allá de su país. Para colmo, en Polonia, su benefactora gestión fue arrinconada al olvido durante los años de régimen comunista.

Al menos, en 1965, a la vez que fue nombrada ciudadana honoraria de Israel, la asociación Yad Vashem de Jerusalén le concedió el título de Justa entre las Naciones.

En el año 2003, el presidente polaco, Alexander Kwasniewski, le otorgó a la ya anciana enfermera, cuya vida será llevada al cine en breve, la más alta distinción civil del país: la Orden del Águila Blanca.

El año pasado, el mundo tuvo la oportunidad de recompensar a la valiente Irena, que, repito, salvó a unos 2.500 niños judíos de las garras nazis, ya que el gobierno de Polonia la propuso para el Premio Nobel de la Paz. Ganó Al Gore.

Me considero una persona muy concienciada con el cambio climático, el reciclaje y el apoyo al desarrollo sostenible y al cuidado del medio ambiente. Pero me hubiera gustado infinitamente más que el Nobel se lo hubieran concedido, en el que iba a ser el último año de su vida, a la preciosa Irena. Su cara de abuela buena me saluda desde la foto, y así la veo: preciosa.

Descanse en paz la valerosa Irena Sendler.

10 mordiscos a esta cereza:

ybris dijo...

Descanse en paz.
Efectivamente merecía un buen premio Nobel de la Paz.

Besos.

Belén Peralta dijo...

Besos a ti, querido Ybris.

B.

Anónimo dijo...

Creo que los premios están sobrevalorados. El mejor premio que se puede tener después de esta vida es la conciencia tranquila y la seguridad de que miles de personas rememorarán su vida. Gracias por hacerme saber de ella. Y descanse en paz.

Belén Peralta dijo...

Es muy hermoso tu comentario, Ana, y te doy toda la razón. Seguro que a la bella Irena no le importó no obtener el Nobel. Su conciencia limpia y tranquila fue su mejor recompensa. Y, por supuesto, el agradecimiento de esos cientos y cientos de niños que, cuando terminó la guerra, tuvieron que ser adoptados porque sus familias habían perecido en los campos de exterminio.

Me alegro de que a través de esta guinda dentro de la cajita hayas conocido su preciosa labor.

Un beso, Ana.

B.

Anónimo dijo...

Hay gente que se queda con las ganas de hacer las cosas, ella no...

Belén Peralta dijo...

Tienes toda la razón, amiga. Ella seguro que murió totalmente en paz consigo misma.

Anónimo dijo...

No se ha ido, su bondad trascendió lo suficiente como para decir que no se ha ido y nunca se irá de nuestros corazones.

CAriños

Belén Peralta dijo...

Tu reflexión es muy bonita, Lunática. Y es cierto: su recuerdo y su memoria siempre estará en nuestros corazones y en los de los niños que salvó.

Un beso. He visto tu blog y me parece muy hermoso.

Besos,

B.

Anónimo dijo...

Nada de reflexión, sólo un sentimiento. Hay personas que no desaparacen por qe su presencia en nuestros corazones es demasiado eterna.
Me sucede con mi abuela que murió a principios de este año, los recuerdos que de ella tengo son tan marcadores, que no puedo dejar de sentir su presencia en mi vida.

Gracias por tu comentario acerca de mi blog. También me ha gustado mucho leer el tuyo.

Belén Peralta dijo...

Mi abuelo materno, Lunática, vivió con nosotros toda nuestra vida. Para mí fue mi otro papá. Me llevaba al colegio, me compraba helados, me consolaba cuando estaba triste, se ponía contento cuando le traía las notas...

Han pasado quince años y aún le añoro como si se hubiera ido ayer. Te entiendo perfectamente.

Un beso,

B.

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