jueves, 1 de mayo de 2008
Las yemas acariciaron, trémulas, la piel tibia, transparente, sin apenas rastro de sudor. En cada surco de las huellas quedaba impregnada la fragancia imperceptible, el olor continuo del deseo. Trasminando pasión, la muchacha se dio la vuelta, aun con los ojos cerrados, como si un velo invisible impidiera su apertura, y suspiró largamente. Los dedos, curiosos, seguían investigando de forma provocadora allá donde otros semejantes no habían hallado más que obstáculos. Los pezones, que apuntaban bien alto desde hacía un rato, se dejaban ver bajo la camisola de seda gris, cuyo faldón apenas alcanzaba a cubrir el sexo liviano. Los dedos recorrían un surco virgen hasta ese instante, y lo hacían desesperadamente, como si aguardaran de un momento a otro que la vida se detuviera y no hubiera a partir de entonces más oportunidades para intentarlo de nuevo.
Los ojos se abrieron de forma perezosa y una sonrisa se dibujó en el rostro de la mujer al adivinar la mirada del otro clavada en ella. Los pétalos de rosa repartidos de forma aleatoria por toda la sábana eran el trasunto de las lágrimas que ella regaló alguna vez sin tener que haberlo hecho, porque había sido algo injusto. No más llanto, no más angustia, no más dolor.
Ahora, a un segundo de perder la virginidad, recordó sin querer hacerlo los abusos y las vejaciones. No, no habían culminado en penetración, pero daba lo mismo. Sí, la chica había seguido siendo virgen a lo largo de los años, pero también daba lo mismo. Su alma estaba rota, no importaba que su sexo aún continuara entero, ajeno a las vergüenzas que su dueña tuvo que soportar en un pasado. Ahora, a años luz de aquella niña, aun el poco tiempo transcurrido, se sentía una mujer dichosa, a pesar de ese alma quebrada. Al fin el poco dolor que sentiría en ese paso que estaba a punto de dar, le sabría como la recompensa más dulce.
Para etiquetar en la cajita como: Guindillas picantes
Subscribe to:
Enviar comentarios (Atom)
4 mordiscos a esta cereza:
Eso no es perder la virginidad, eso es encontrar el deseo ausente y perdido.
Eso es borrar -ojalá- un pasado injusto.
Muy bello.
Besos.
Casualmente, querido Ybris, el primer título que pensé fue "Apología del deseo".
Gracias por su hermoso comentario. Un beso fuerte.
B.
Ya ha pasado. Ahora es como toca. Que lo disfrute.
Un beso.
Gracias, Lobo, por tu visita. Sí, ahora le toca disfrutar a aquella que tanto sufrió...
Besos,
B.
Publicar un comentario