sábado, 31 de mayo de 2008
Para etiquetar en la cajita como: Reflexiones y comentarios
Que cuando aquella vez me llevaste el desayuno a la cama,
te encontrabas, en realidad, desganado.
Que cuando comentaste que ese vestido me sentaba tan bien,
tu boca dijo que sí, pero no era tan cierto.
Que cuando te animé a que escaláramos la cima,
deseabas tumbarte en la hierba a ver las nubes.
Que cuando te alegraste de la visita de mis padres,
contabas las horas para que volvieran a su pueblo.
Pero hoy no tengo que sentir nada,
ya que nada de eso hiciste o dijiste,
a pesar de las muchas ganas.
Y no sabes cuánto me alegro ahora
de que tu corazón, en fin, no hablara.
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viernes, 30 de mayo de 2008
Amor constante más allá de la muerte...
5 mordiscos a esta cereza Escrito por Belén Peralta a las 17:51Para etiquetar en la cajita como: Reflexiones y comentarios
Quizá por eso, a pesar de que he escrito en los sitios más inverosímiles, como estaciones de tren –esto lo hice, por motivos laborales, durante más de tres años-, en una oficina frente al muelle, o en un autobús camino a El Puerto de Santa María, me quedo con mi mesa, la cuna de mis desvaríos.
No es una mesa valiosa, “procedente de una herencia”, como muchas veces señalan en sus pomposos reportajes ciertas revistas de decoración. Es una mesa corriente de ordenador, que adquirí junto con otros muchos muebles justo cuando me separé, hace ya casi siete años. Era el mobiliario que a partir de entonces iba a acompañarme en la vida. Pero era el mío, y por eso me gustaba, a pesar de no ser de diseño italiano, precisamente.
La mesa –oscura, maciza, algo basta- en la que tengo mi ordenador, conserva un cierto “desorden ordenado”: la fotografía de mi hija menor, Laura, que luce preciosa en su marquito étnico de negritos y conchas, convive junto a tazas con lápices y bolígrafos, cajitas con gomas, clips y grapas, rotuladores fluorescentes y marcadores de tinta indeleble, y una caja con un batiburrillo de programas del Teatro Falla, entradas de conciertos de música clásica, libretitas con un contenido del que ya ni me acuerdo, y varios papelitos amarillos de post it, de esos en los que anotas cosas para que no se te olviden, y nunca recuerdas que lo tienes anotado, sobre todo cuando te hacen verdaderamente falta. También tengo a la derecha una multifunción, de estas que te escanean, fotocopian e imprimen, todo en uno –una maravilla, oigan-, y dos pequeños altavoces alargados que, a ambos lados del monitor plano, pareciera que lo custodiaran, y con los que me gusta oír alguna cadena especializada en música barroca, de las tantas que hay en internet.
En la parte inferior de la mesa está, a la derecha, la torre del ordenador, y casi a mis pies, un estante con discos vírgenes y otros que ya perdieron la vergüenza hace mucho, mezclándose las grabaciones de películas con música de los más variados estilos. También hay una caja de cuerpo liso y tapa rayada multicolor, que contiene papeles, notas, algunas antiguas columnas publicadas y recortes, y está asimismo el anterior teclado que tuve y que ahora duerme su inutilidad en ese sitio no demasiado destacado.
Enfrente tengo una ventana con unas cortinas de color rosa muy fuerte, casi berenjena. Nunca las descorro porque no tengo por desgracia unas vistas demasiado hermosas: ni el muelle que veía en mi anterior despacho, ni un parque, ni una plaza, y mucho menos el mar, que sería lo que a mí en realidad me gustaría tener como paisaje de fondo. A unos metros de mí se alza un enorme bloque de pisos, tan alto, tan feo y tan amazacotado como el mío. Por eso prefiero tener siempre las cortinas color berenjena corridas: para no deprimirme con el vecino que se asoma en el balcón de enfrente, y que muchas mañanas sale sin camiseta y sin peinar, o con las palomas que, lejos de su imagen romántica e idílica, son mis más rotundas enemigas: verdaderas expertas en el arte de ensuciar los alféizares de mis ventanas con sus desechos.
En cuanto a si sigo algún rito especial, si al escribir de noche, en tranquilidad, cuando ya mis hijos duermen, se le puede llamar un rito, pues sí. Pero no necesito ni un ambiente cargado de humo, puesto que no fumo y no soporto el tabaco, ni un vaso de whisky, ni un adorno especial sobre la mesa, ni nada parecido. Sólo paz y silencio. Ni siquiera el murmullo suave de la música clásica, que tanto me gusta. Lo que necesito y me encanta es el silencio de la noche, que, para en esos momentos, es para mí el mejor de los sonidos.
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jueves, 29 de mayo de 2008
desinflándome como un globo;
aunque pretenda ser fuerte,
me persiguen mis demonios.
que apenas puedo retarte,
y me dejo mecer en tu arrullo…
De nuevo -otra vez-, me ganaste.
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miércoles, 28 de mayo de 2008
Acomódate en este refugio que te ofrezco,
cálidos muslos que te acogen, amantes.
Deja que la trabazón de tus ruegos
se diluya entre mis piernas,
y la sierpe caliente de tu lengua
envenene sin piedad este fortín.
Me quiero derretir en ti.
Quiero sentir tus labios horadando
como minero laborioso en la cueva.
Que tu boca se convierta en mi invitada,
que el calor me embriague entera,
y que la savia transparente que regalo
te sepa a renovada primavera.
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martes, 27 de mayo de 2008
que mis ojos eran de obsidiana.
Que mi cintura, tu cueva,
que mi corazón, tu casa,
que mis manos, tu tesoro,
que mi sexo, tu morada.
Me observabas y, complacido,
de tu amante perseguías el arrobo
con palabras encendidas,
con hechizos de piropos.
Que mi cadera, tu playa,
que mis dedos son tus lanzas,
que mis piernas, tus columnas,
que mi pelo, marejada.
Pero olvidaste mi boca,
traviesa guinda madura,
y sí almibarado fruto,
y también fuente lasciva.
Lo hiciste a sabiendas, lo sé,
para que, enredado en mis versos
siga reclamando, de manera infinita,
el requiebro a mis labios
que no te habré de oir nunca…
y así, suplicártelo, noche a noche,
la más infame y dulce de las torturas.
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lunes, 26 de mayo de 2008
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domingo, 25 de mayo de 2008
Lo es advertir que los besos son más besos conmigo,
que Julieta, a mi lado, es una novata aprendiza,
y lo es obligar al amor a que yo sea su abanderada.
Es fácil que los poemas ni sepan a poema,
que los sonetos no lleguen a tener catorce,
sino que, asaetados y muertos de amor,
multipliquen sus líneas y se conviertan en versos imposibles.
Y es tan fácil quererme,
dar la espalda al miedo y arriesgarse,
que te pido que apuestes por mí aun temiendo perder,
y que te convenza de que sí, que es fácil quererme,
aunque tú intuyas lo complicado que es,
y, que en el fondo, jamás llegues a saber
que esta súplica que te hago
es porque sé que es muy, muy difícil.
Es muy difícil quererme.
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sábado, 24 de mayo de 2008
Yo leía en mi banco favorito,
mientras las hojas caían
y se antojaban crujientes invitados.
Tú me observabas, yo a ti no.
Me paseaba por las calles de Macondo,
subí al cielo mientras degustaba el chocolate,
adorné mi cuello con pececitos de oro,
sentí el terror ante el pelotón de fusilamiento,
Pero, como estabas allí,
-aunque yo no te veía-,
era imposible que sintiera
cien años de soledad.
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viernes, 23 de mayo de 2008
Para etiquetar en la cajita como: Cerezas y guindas dulces
descubrir las azucenas de mis pechos,
cálices dulces y tersos;
dos palomas mensajeras
que, lejos de querer volar,
anhelan dormir en tus manos.
No dudes, no vaciles
en pasear en mí con la presión justa,
aquella que me hace estremecer
aun cuando tus manos
no estén presentes,
porque ya sé cómo juegan.
No tengas miedo,
tómame de mi mano,
avanza inexorable como llama,
no temas condenarme
y haz que me diluya
en tu pecho, dulce maraña.
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jueves, 22 de mayo de 2008
este calor que en mí arde y mis entrañas devora,
cruel febrícula en mi piel, llama intensa y desoladora,
el fuego vivo que no sé apagar.
No lo dudes y déjame fría; levanta mi piel con tus besos,
sé bloque helado erizando la carne que quieres tomar.
Sé el hielo que esto atenúe, agua gélida que me ha de salvar,
y haz que olvide este fuego infame
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Y he de quererte hasta la muerte,
porque tu sonrisa me puede,
porque tus ojos me regalan vida
cuando en ellos me reflejo…
aunque sepa que nunca serás de mí.
Hasta la muerte,
y cada palabra que escriba será tuya,
aunque me leas de tarde en tarde,
escondido en las sombras
de un universo gris.
Hasta la muerte,
legionaria de tu pecho,
no me importará no verte:
sé que siempre estás ahí.
Hasta la muerte,
amigo y compañero,
porque sueño con tus manos,
para mí un justo premio.
Hasta la muerte,
rendida y cautiva,
sin ambages ni rodeos,
hasta la muerte.
Hasta la muerte,
te quiero.
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Él estaba orgulloso de su obra. Triunfante, henchido.
Lo terrorífico, lo espeluznante de esta historia, es que ese lienzo era la piel de su compañera, antes nívea y tersa, y ahora macilenta y lastimada. Eran los rojos y morados frutos de su amor reconvertido en horror. Un hilillo de sangre color guinda seguía corriendo por el lienzo de una cara aterrorizada...
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martes, 20 de mayo de 2008
es ahora el camino para que tus dedos resbalen.
Es la vereda en campo abierto,
y la cañada donde mis sueños pacen.
Este surco que has provocado en mi cuerpo,
se asemeja a la estela del barco en el mar
cuando rompe y rasga y tiñe las olas
de un blanco nebloso, un blanco azahar.
Este surco que hiciste en mi cuerpo,
es la senda que tú has querido plasmar,
la zanja bendita que nunca se olvida,
la herida caliente que no sanará.
El surco que diseñaste en mi cuerpo,
un camino angosto, duro y a la vez tierno,
es ahora el raíl por donde se desliza tu amor.
Fueron tus dedos hábiles,
los que, desesperados,
jugaron a incrustarse en mi piel,
y el surco que dibujaste con ellos
es ahora camino, senda, cañada, vereda y raíl.
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lunes, 19 de mayo de 2008
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domingo, 18 de mayo de 2008
Prepara una añagaza
que se convierta en mi trampa;
engáñame por una vez
y que yo sea consciente,
que no me importe
que tus besos
vacilen antes de llegar a mí.
Sé valiente y tiende una emboscada,
rodéame con tu cuerpo
y atrápame en ti;
y que la red de ese tormento
tan dulce y tan esperado,
me circunde con sus cuerdas de amor.
Que no pueda escapar,
y que si una vez te quejas
de que no fui tuya,
que no sea porque pude huir.
No tardes, amor,
y obtén el dulce fruto de mi boca.
Emplea todas tus armas,
y que yo me rinda ante ellas.
Ven, que estoy deseando
ser tu ilusionada prisionera.
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Generalmente, cuando hablamos de heroína, siempre se nos viene a la mente esa sustancia que marcó tristemente a cierto sector de la juventud de los setenta y ochenta. Luego se vio desbancada por drogas con más “presencia social”, como la cocaína o el éxtasis.
Hoy quiero hablarles de otro tipo de heroína. La heroína que regaló vida y que hace tan sólo unos días se nos fue de este mundo, con el cuerpo muy anciano pero el corazón tranquilo por haber hecho lo que tenía que hacer. A pesar de las brutales y crueles torturas, a pesar de ser plenamente consciente del peligro que corría su vida.
Irena Sendler, conocida también como la Madre de los niños del Holocausto o el Ángel del guetto de Varsovia, nació en Polonia hace 98 años. Arriesgó su vida en la Varsovia ocupada durante la Segunda Guerra Mundial, rescatando a unos 2.500 niños de las formas más insólitas e inimaginables: los escondía dentro de ataúdes, de cajas de herramientas, de sacos de patata; los ocultaba entre la basura, los metía en armarios, despensas y alacenas, junto a los escasos víveres en los tiempos de guerra. La enfermera polaca los ponía a salvo llevándolos a conventos y a viviendas de familias católicas, donde ella sabía que los nazis no iban a buscar.
Cuando se descubrió todo, esta valiente mujer fue atrozmente torturada por el régimen nazi y condenada posteriormente a muerte. La resistencia logró rescatarla poco antes de ser ejecutada.
Mientras el empresario Oscar Schindler recogió el merecido aplauso de todo el mundo por ser el salvador de unos mil judíos, Irena Sendler no fue conocida más allá de su país. Para colmo, en Polonia, su benefactora gestión fue arrinconada al olvido durante los años de régimen comunista.
Al menos, en 1965, a la vez que fue nombrada ciudadana honoraria de Israel, la asociación Yad Vashem de Jerusalén le concedió el título de Justa entre las Naciones.
En el año 2003, el presidente polaco, Alexander Kwasniewski, le otorgó a la ya anciana enfermera, cuya vida será llevada al cine en breve, la más alta distinción civil del país: la Orden del Águila Blanca.
El año pasado, el mundo tuvo la oportunidad de recompensar a la valiente Irena, que, repito, salvó a unos 2.500 niños judíos de las garras nazis, ya que el gobierno de Polonia la propuso para el Premio Nobel de la Paz. Ganó Al Gore.
Me considero una persona muy concienciada con el cambio climático, el reciclaje y el apoyo al desarrollo sostenible y al cuidado del medio ambiente. Pero me hubiera gustado infinitamente más que el Nobel se lo hubieran concedido, en el que iba a ser el último año de su vida, a la preciosa Irena. Su cara de abuela buena me saluda desde la foto, y así la veo: preciosa.
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sábado, 17 de mayo de 2008
que rebuscas y encuentras y por fin hallas;
tú,
que acaricias y buscas y por fin palpas;
tú,
mi amante que tiene la llave de todo,
permiso para entrar y salir
de estos montes nevados,
de mis llanuras más vastas,
de mis ríos más salinos,
de mi césped recortado…
Tropiezas con la anuencia que te niego
cuando no te recibe mi boca
en un mohín travieso,
y entonces luchas,
te desesperas,
Y quieres seguir hallando…
Y la llave que tenías,
la tiro al fondo del mar
que forma mi cuerpo en la cama.
Y tú,
que rebuscas y encuentras y por fin hallabas,
tú,
que acaricias y buscas y por fin palpabas,
echas de menos la llave,
la añoras con encendido delirio
hasta que, definitivamente,
henchido de amor, logras alcanzarla.
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viernes, 16 de mayo de 2008
como si acabaras de cortar la hierba
y el olor fragante te inundara entero.
Como si, al hacer chocolate,
el corazón del cacao
traspasara el tuyo propio.
Te gusta olerme
como a los niños
garabatear folios en blanco,
empujar a trompicones
los cuernitos chiquitines de los caracoles,
saltar a comba mientras las faldas vuelan.
Te gusta olerme,
y tu nariz se convierte en tu bastón,
el único apoyo en el que te sostienes,
porque no quieres mirarme,
hoy no te apetece probarme,
ni escuchar mis susurros,
ni tan siquiera, ansioso, palparme.
Hoy sólo quieres olerme,
y me abro como flor encendida,
y me aspiras
como si quisieras impregnarte de mí.
tu sed de hombre buscando refugio en tu nariz.
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miércoles, 14 de mayo de 2008
así me hallaste.
Tras el torbellino sin fin,
el huracán intenso,
el cruel remolino
que te envolvió
y que supo volverte loco,
quedé como viento calmo.
El aire embravecido
que un día fui
viró a dulce paz.
Y, sin saber aún
si te gusto más
calmada y quieta
o leonina y salvaje,
te preguntas si soy
jadeo apagado,
luz tenue en la noche,
suspiro que muere…
o, simplemente,
la calma hecha viento.
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martes, 13 de mayo de 2008
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lunes, 12 de mayo de 2008
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domingo, 11 de mayo de 2008
Por una vez, sé indecente
y no te detengas en los recodos de mi cuerpo,
en los pliegues tibios de mi sexo,
en el cáliz abierto que te ofrece un tul húmedo.
Sé indecente y no me mires,
no te recrees en ese lunar casi oculto,
no compares mis axilas con rosas fragantes,
ni vuelvas a pasar la lengua por mis pies,
como haces siempre, esclavo de mí.
Sé indecente.
Por una vez, sé indecente
y no me digas una y mil veces que me deseas,
ni alimentes mis fantasías más oscuras,
ni acaricies con fervor mi piel canela.
Sé indecente,
ahora, después, y en la mañana,
y que tu indiferencia me sepa a amargura;
que por una vez pruebe tu desdén,
que tus querencias no nublen mi vivir,
y que tus manos no acompañen a éstas que muestro
cuando, en el silencio de la madrugada,
tu cuerpo de amante se apodere del mío y de mi alma.
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El inconfundible alivio de saberte mío por un instante,
aunque fuera sólo por ese tiempo efímero,
lo compararía una y mil veces con
una gota minúscula en el mar de marejada,
el soplo liviano del levante calmo que se alborota,
la cremallera bajada con precipitación,
la vaharada imprevista del horno abierto,
el tacto sedoso del queso en el paladar,
el regusto a viña de un buen rioja en la boca,
el escalofrío gozoso del reencuentro,
el pezón que se eriza con el agua helada.
Si no te supiera mío por un instante,
si me viera invadida por el desencanto
de no tener la dicha de tenerte en mí,
posiblemente sentiría cosas, sí…
pero te aseguro que ya no serían las mismas.
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sábado, 10 de mayo de 2008
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viernes, 9 de mayo de 2008
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jueves, 8 de mayo de 2008
Hacía tan sólo una hora que se habían conocido, y actuaron de forma tan salvaje que pareciera que les daba miedo saber mucho más el uno del otro. Los gemidos sustituían a las palabras, los dedos inquisidores, al gesto educado de un apretón de manos en el saludo, las miradas neblosas de deseo, a la limpia de dos enamorados vírgenes. Eran lascivia pura.
El tropel de los cuerpos encendidos,
los muslos lacerantes,
las caderas temblorosas.
La cara oculta sin vergüenza,
hallando el necesario apoyo
en el cuello fragante.
La carne por descubrir,
la piel con nuevo sabor,
un sudor desconocido.
Los besos torpes,
alejados de la cotidianeidad
de una vieja relación.
-espontáneos,
novedosos,
desconocidos en fin-
se entregaron,
con la tortuosa lascivia
al desatino de sus deseos.
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miércoles, 7 de mayo de 2008
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lunes, 5 de mayo de 2008
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domingo, 4 de mayo de 2008
como burbujas constantes
en mi piel,
en mi cuerpo,
no tienen piedad.
Surgen cuando menos las espero,
cuando más tranquila estoy,
cuando tu presencia
ni siquiera se adivina,
sin ni siquiera estar delante,
ni espero que lo hicieras.
Nacen traviesas, curiosas, impertinentes,
sólo al imaginarte,
al recordar tu colonia,
al evocarte en tu recuerdo,
al imaginar mil formas pícaras de tenerte.
Las hormigas que advierto
como burbujas constantes
en mi piel,
en mi cuerpo,
no tienen piedad.
Pero me dan tanto placer
que aun imprevistas…
son bienvenidas
y no las pienso ignorar.
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sábado, 3 de mayo de 2008
¡Por fin! (O "Y lo prometido es deuda"...)
4 mordiscos a esta cereza Escrito por Belén Peralta a las 11:52También he añadido, como curiosidad, el manuscrito original de la redacción, incluyendo la portada... Es increíble la de recuerdos que se me vienen cuando he tenido estas hojitas en la mano para escanearlas y mostrárselas a ustedes...
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jueves, 1 de mayo de 2008
Los ojos se abrieron de forma perezosa y una sonrisa se dibujó en el rostro de la mujer al adivinar la mirada del otro clavada en ella. Los pétalos de rosa repartidos de forma aleatoria por toda la sábana eran el trasunto de las lágrimas que ella regaló alguna vez sin tener que haberlo hecho, porque había sido algo injusto. No más llanto, no más angustia, no más dolor.
Ahora, a un segundo de perder la virginidad, recordó sin querer hacerlo los abusos y las vejaciones. No, no habían culminado en penetración, pero daba lo mismo. Sí, la chica había seguido siendo virgen a lo largo de los años, pero también daba lo mismo. Su alma estaba rota, no importaba que su sexo aún continuara entero, ajeno a las vergüenzas que su dueña tuvo que soportar en un pasado. Ahora, a años luz de aquella niña, aun el poco tiempo transcurrido, se sentía una mujer dichosa, a pesar de ese alma quebrada. Al fin el poco dolor que sentiría en ese paso que estaba a punto de dar, le sabría como la recompensa más dulce.
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