jueves, 19 de noviembre de 2009

"Bendita crisis"





La mujer afinó bien la vista y, echando un poco el cuello hacia delante, centró su atención en aquello que tanto le interesaba. Miró fijamente y ensartó con habilidad, a la primera, el hilo púrpura en la aguja. Después, suspiró.

Le dio por verse a sí misma, muchos años atrás, sentada en aquel mismo banquito -ahora de madera gastada y oscura, antes reluciente y lustrosa de barniz-, mientras, oyendo la radio, suspiraba también pero por otros motivos. Guardaba viejas cartas en una lata de galletas y de vez en cuando le daba por releerlas, pero la falsa ilusión de verse de nuevo cortejada se veía solapada por la desdicha del abandono y la soledad.

- Mi muy estimada señora Elena Francis: Le escribo con la esperanza de que pueda usted ayudarme. Sé que usted da muy buenos consejos a jóvenes inexpertas como yo, sobre todo en el tema del amor. Verá, mi historia es la siguiente...

Y así, mientras la mujer -por aquel entonces muchacha- se emocionaba con la historia de "Una desesperada de amor", que había decidido resolver sus cuitas atendiendo al consejo de aquella bondadosa y sabia mujer, recordó de nuevo su historia de amor. Una historia rota, ajada por multitud de circunstancias que habían hecho que lo que parecía destinado a convertirse en una montaña rusa de abrazos apasionados y besos por descubrir, durmiera simplemente en una maraña de recuerdos.

Ahora, bastantes años después, la tarde de otoño iba cayendo y, a la vez que la luz natural y que se filtraba por los cristales decrecía, aumentaba la lasitud de la mujer. El cansancio del alma podía más que el del cuerpo, más incluso que aquel molesto dolor de espalda que la estaba matando, más que la fatiga que sentía en su cuello, en sus ojos grises. Suspiró de nuevo, triste, y recordó algunos versos de Neruda que él le había dedicado una noche de verano, mientras los otros enamorados saltaban las hogueras de San Juan en la playa y los buenos deseos vencían a los malos designios:

Muda, mi amiga,
sola en lo solitario de esta hora de muertes
y llena de las vidas del fuego,
pura heredera del día destruido. 

- Dios mío, las siete y media y ya tan oscuro...


La mujer encendió las luces del cuartito y corrió los visillos y cortinas. Se sentía así a resguardo de los demás, de sus miradas curiosas, de los comentarios maliciosos que se recreaban en su soledad encontrada y no buscada. Siguió con su labor, con aquello que tenía entre manos, cosiendo primorosamente un dobladillo con un hilo púrpura que se asimilaba a los pespuntes dolorosos que el desamor había dejado en su alma.

Era la tarde de los suspiros, sin duda.

Volvió de nuevo a hacerlo, a exhalar ese trocito de vida invisible que se le escapaba de entre los labios, y siguió empeñada en terminar aquel dobladillo, así acabara con la espalda y la vista reventadas.

-"Bendita crisis" -reflexionó. -"Todo el mundo agobiado por la que está cayendo y sin embargo a mí me ha venido de maravilla. Hasta hace poco nadie arreglaba descosidos, nadie bajaba dobladillos, era más barato  hacerse con una prenda nueva que comprar botones y cremalleras nuevas. Y ahora tengo más trabajo que nunca". Sonrió. La maldita crisis -la "bendita crisis"-  por un lado le estaba haciendo ganar más dinero que en todos esos últimos años vividos, y por otro, le hacía reencontrarse cada día, cada tarde, cada anochecer, con la nube de recuerdos de ese amor imposible que nunca pudo ser y que ella había deseado fervientemente que hubiera sido.

- "Bendita crisis".

Y, cansada, suspiró de nuevo, obstinada en recomponer aquella tela como  le hubiera gustado aprender a recomponer algún día los trozos quebrados de su corazón.

12 mordiscos a esta cereza:

Unknown dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Unknown dijo...

Si no hay crisis, caray. sólo escasez de humildad... Y de gratitud, y de bondad y de gentes como tu protagonista.

Doctor Krapp dijo...

Bonita entrada y sin embargo no es nada reconfortante recorrer cada día el sempiterno camino del pasado cuando delante de nosotros hay tanto territorio que requiere nuestras atenciones.

Anónimo dijo...

Hola, soy Mely. He entrado en tu blog y me ha encantado. A través de los que escribes asoma tu sensibilidad y una nostalgia perdida con dolor. No cambies y que dios te bendiga. Un abrazo!

Eva T dijo...

muy hermoso, respira toda una vida en apenas unos segundos

Belén Peralta dijo...

Gracias a todos vosotros, amigos, por seguirme, y leerme. Me alegro mucho que os haya gustado el retrato de esta mujer que, como bien dice el doctorcito, se ha anclado en su historia, en el pasado... ¿Merece la pena? Probablemente, no, porque es verdad que hay que mirar hacia adelante... Lo malo es que es como cuando tienes una llaguita en la boca y no paras de darle con la lengua: a veces es inevitable recrearse en el dolor.

Gracias a todos. Un beso bien grande de esta vuestra guinda,

B.

Fabiola.estropus.dementis. dijo...

Hola Belén.

Me ha encantado tu entrada, con un sabor dulce real, me haces pensar que a veces ponemos mas atencion en lo pasado, en lugar de disfrutar el momento.

Si es cierto que nuestros corazonessufren muchas batallas, pero al final de todo creo que es muy posible que toda herida cure aunque se corre el riesgo de llegue a quedar con un cicatriz.

Conocí tu blognavegando en Internet, me gusta mucho leer los sentimientos de las personas mediante sus escritos.

Mucha Suerte!

Fabiola.

Belén Peralta dijo...

Fabiola (qué bonito nombre), muchas gracias por haber entrado en la cajita de las cerezas, y ¡¡bienvenida!!

Preciosa tu reflexión. Quizá peco mucho en mis escritos de ahondar en los recuerdos... Pero me gusta, no puedo evitarlo, aunque, como tú dices, nos dejen más de una cicatriz.

Un beso y gracias de nuevo por estar aquí.

Belén.

Fermín Gámez dijo...

Maravillosamente escrito. Y es un texto lleno de poesía. Me resulta especialmente grato ese recuerdo, que creo que compartimos muchos, de las latas de galletas donde se guardaban pequeños tesoros. En este caso cartas.

Belén Peralta dijo...

Si tú supieras, Fermín, que yo tengo varias latas de galletas con un montón de objetos que no valen nada pero que para mí son tesoros...

Gracias mil por tus palabras, de corazón.

B.

Charo Barrios dijo...

Sigue recordando Guinda de Plata. El pasado forjó nuestro presente. Él, junto a nuestra disposición, y la buena o mala suerte que nos acompañó, conforman lo que tenemos y lo que queremos tener.
Un beso.

Belén Peralta dijo...

Preciosa reflexión, Charo.

Gracias por tus palabras y tu apoyo. Un besazo con sabor a Nochebuena.

B.

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