lunes, 7 de julio de 2008

Un trocito de caramelo amargo




Hoy lunes, siete de julio, he comenzado un taller de 25 horas sobre Escritura creativa, dentro del marco de los Cursos de Verano de la UCA (Universidad de Cádiz). Me ha hecho muchísima ilusión matricularme y volver a retomar el gusto por escribir, ya que todos ustedes saben que he pasado por unos días de bajón a la hora de ponerme a ello. Me ha encantado Víctor García, nuestro profe, y también nuestra clase, una fenomenal ensalada de ocupaciones, sexos, procedencias y edades.

El primer ejercicio propuesto ha sido el del binomio fantástico: se escogen dos palabras al azar y de ahí nace un relato. En nuestro caso, cada uno escribió en dos papelitos dos sustantivos, los mezclamos todos, y cogimos cada uno dos de esos papeles. A mí me tocaron "Luna" y "Caramelo" y, en veinte minutos, el tiempo propuesto, nació este relato que ha tenido bastante éxito entre mis compañeros y mi profe, y ahora espero les guste a ustedes.



Con todo mi cariño, para Fauve, eterna enamorada de su gato, y para Ana, que siempre regala hermosos versos mientras vuela en círculos alrededor de nuestras cabezas.




Mi hijo Jaime siempre había sentido una fijación obsesiva por la luna. Seguramente su destino lo marcó la hermosa luna llena, redonda y blanca como un queso de pueblo, que lucía en la noche en que nació. Las enfermeras bromearon por ello y dijeron de él que parecía un pequeño hombre lobo, porque no paraba de berrear, pero yo sé que era su particular manera de dar gracias por haber nacido en una noche de luna flagrante, que dañaba casi al cielo de rotunda que era.

Conforme fue pasando el tiempo, Jaime se fue interesando más y más por el mundo que le rodeaba. Le apasionaba, como a todos los niños -aun a los exentos de crueldad-, dar trompicones con sus dedos a los cuernos chiquitines de los caracoles. Le divertía ver aquellos apéndices retráctiles, esas cabecitas asustadas que se refugiaban en las conchas, la lucha del animal por huir de los dedos infantiles. También le gustaba observar el vuelo elegante y colorido de las mariposas del jardín, el revoloteo constante que seguía con ojos ensimismados, sentir el olor a lavanda que se desprendía de las plantas mientras corría persiguiendo a aquellos insectos.

Pero, sobre todo, lo que adoraba Jaime era mirar a la luna. Se fijaba en aquellas manchas oscuras, en el halo que la rodeaba los días en los que, como cuando él nació, aparecía más ancha que nunca. Hasta que una noche me dijo que la luna era de caramelo.

Con el mayor tacto posible para no dañar la inocencia de sus cuatro años, le expliqué que la luna no era de caramelo. Que se componía de polvo y rocas, y que era seca como la fuente de un parque abandonado.

Jaime, con la obstinación propia del que está convencido de tener la verdad en su mano, me siguió diciendo que la luna era de caramelo, que era tan bonita que tenía que serlo a la fuerza. Y que él me lo iba a demostrar.

Ahora, cuando a la luna le falta un buen trozo porque está en la fase menguante, sé que mi hijo Jaime, el que se subió al tejado de la casa para estar más cerca de la luna y así probar su sabor a fresa y menta, se ha comido un pedacito. El mismo que le falta y que no deja ver. El mismo que causó que Jaime desapareciera de mi vida, que, desde entonces, se ha convertido en un caramelo amargo. Como lo es su trocito vacío de luna.

9 mordiscos a esta cereza:

Luis Antonio dijo...

Guinda: Tú tienes condiciones para impartir clases de escritura creativa. El relato y toda tu trayectoria conocida lo confirman. De todas formas deseo que te sean muy provechosas. Un abrazo

ybris dijo...

¿Retomar el gusto por escribir por culpa de un bajón?
Pues ya me explicarás de dónde ese bajón tras éste dechado de imaginación que has escrito.
Si gustó a todos es que tenía que gustar.
A mí también, desde luego.

Besos.

yinyang mason dijo...

¿Por qué será que de las tragedias y los malos momentos nacen cosas bellísimas?

Doctor Krapp dijo...

Me quedo con Luis Antonio ¿qué vas a aprender tú en un curso de escritura creativa?
Esos cursos son para escritores-chicle que hacen tonterías como la Catedral del Mar, la Sombra del Viento y otras lindezas fáciles y digeribles. Pero tú no escribes con la boca, escribes con las entrañas abiertas, y eso no se puede enseñar en esos lugares absolutamente gratuitos más allá de la pura necesidad de aprovechar el tiempo de ocio.
No, no se puede aprender a escribir con el corazón abierto, el desgarro es intransmitible aún siendo lo más auténtico que tenemos.
Gracias por un relato tan conmovedor.

Anónimo dijo...

Llego después de unos días sin 'pisar' internet y me encuentro con esta preciosa sorpresa!!!

Gracias por dedicar tus palabras a esta voladora que tantísimo te admira. No me extraña que a tus compas les haya gustado, ya verás cuando vayan conociéndote...

Es un relato tierno y amargo, se ha retorcido un poquito de mí al leerlo, créeme.

Sepas que el curso viene bien para animarte a escribir pero sepas tambien que tú ya sabes escribir muy bien, escribes con las vísceras y el corazón y eso, chata, no se aprende en un curso.

Mil gracias, guapa. Un besazo.

doctorvitamorte dijo...

Un binomio realmente fantástico.El primer día, el primer ejercicio y en sólo veinte minutos...¡No te digo nada al acabar las veinticinco horas!

Fermín Gámez dijo...

Ya sabes lo que pienso de los talleres (me lo callo), y lo que pienso de lo que escribes (esto no me lo callo, porque me gusta gritarlo a los cuatro vientos: Este texto, que surge como "ejercicio" lo demuestra. Me ha gustado mucho, por la imaginación, la fuerza que tiene el relato, y por qué no decirlo, porque también es diferente de todo lo que he leído tuyo.

Enhorabuena.

El Lobo Feroz dijo...

Precioso relato. Se parece a los que me gusta escribir. Pero te salen mejor. ¡Y encima vas a un taller! ¿Para qué?

Un mordisquito.

PD: me alegro que se te vaya pasando el bajón.

Belén Peralta dijo...

No tengo palabras ante toda vuestra avalancha de comentarios... El saber que estáis ahí y que me tenéis en tan alta estima es lo que me fortalece y me hace sacar fuerzas para escribir cuando algunas veces aquéllas me flaquean.

Sois de todas formas un poquillo exageraos, ¿eh? ¿Cómo qué para qué doy clases? ¡Pues para aprender, que me queda muchísimo! :-))) Pero GRACIAS, mil GRACIAS, de corazón. Y al lobo malo, otro mordisquito. :-))

B.

PD:Os juro que estoy muy emocionada...

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