sábado, 15 de septiembre de 2007

Escenas de promesas cumplidas


Los vaticinios se cumplieron.
Las promesas de comerme a dentelladas,
el adelanto de una azotaina inofensiva,
el porqué de esa sonrisa malvada,
(y a la vez, el de esos ojos deliciosos),
la caricia tenue no solicitada,
pero siempre agradecida.

Tus argumentos sonando en mis oídos,
tus dedos retozando, remolones,
en mi cabeza, buscando rizos
indolentemente.
Los besos, en mil huecos
estallando;
las venas,
con la pulsión extrema
del gozo incontenido.


Los vaticinios se cumplieron, sí.
Los párpados, cerrados;
el corazón, henchido.
Las caderas, abarcando.
Tus brazos, sobre los míos.

Y yo,
(sí, toda yo)
yo, me convertí al fin
en confirmada promesa,
ya sin corazón marchito.

3 mordiscos a esta cereza:

yinyang mason dijo...

El alcanzar lo que se anhela una y otra vez es uno de los placeres mayores e inolvidables que uno se puede echar al cuerpo y al alma. Siempre.

Unknown dijo...

Se recoge lo que se cosecha -dicen- en este caso, amor.

Como siempre, deliciosa guinda.

Belén Peralta dijo...

Deliciosos sois vosotros, Corsario. (Y aquí una enorme sonrisa).

Javi, está bien anhelar, es un placer muy grande como dices... pero de vez en cuando se agradece dar un mordisquito a aquello que ansiamos para así poder sentir más amor.

Quien siembra vientos, recoge tempestades, Corsario, dice el refrán. De ahí que sí, que es verdad que quien siembra amor... se supone que recoge pasión pura.

Una delicia teneros a ambos en mi casa, que es la vuestra como sabéis.

B.

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