domingo, 30 de septiembre de 2007



En el vértice de mi cuerpo
hallarás la puerta a mis sentidos,
y un tul caliente y suave
que presagia cálidos fluidos.

Dedos serpenteantes
descendiendo, desbocados,
y el surco fantástico
que adelanta un valle rosado
se abrirá, delicado
y dispuesto a recibirte,
siguiendo lo esperado.

Calor rosado en el vértice;
tu vértice, al fin, conquistado.

sábado, 29 de septiembre de 2007

Papá...




Papá... Hoy hace doce años que emprendiste un nuevo viaje, en esta ocasión sin retorno.

Fuiste un hombre sencillo, cabal, muy moreno por el sol, ya que trabajaste durante muchas horas de tu vida de electricista al aire libre, subiéndote a postes, trabajando con cables, codo a codo con el peligro en una profesión en la que algún compañero falleció y otros vieron mutilados sus dedos y algo más por la traicionera corriente eléctrica.

Apenas viajaste en tu vida: tu humilde existencia se circunscribió a estar aquí en Cádiz, oliendo el aire de La Caleta o pisando los adoquines de la calle de La Palma, aquella que te vio nacer.

Pero tuviste una hermosa oportunidad: durante dos años, a causa del servicio militar, fuiste timonel del Buque Escuela Elcano, en una de las ocasiones en las que en su crucero de instrucción dio la vuelta al mundo. Tú entraste como un simple electricista, pero como marinero ocasional tuviste que aprender el lenguaje de las banderas o a subirte a esos mástiles imposibles.

Llevabas a gala el haber estado en Nueva York, Cuba, Guinea, Argentina y tantos otros lugares del mundo... En aquellos tiempos, 1956, ir hasta esos sitios para un chico sencillo como tú, era inimaginable. Por eso probablemente le diste mucho más valor aún del que por sí ya tenía. Y nos enseñabas postales, cartas y fotografías, mientras nos contabas una y mil historias. Conociste a mucha gente cada vez que arribaste a puerto. Y estabas orgullosísimo de ello.

Cuando, ahora hace doce años, caíste enfermo, y un tumor cerebral te volvió ciego y te trastornó, especialmente durante el último mes de tu vida, te dio por cantar en gallego. Yo no tenía ni idea de que conocieras el idioma. Y no lo sabías. Simplemente estabas rememorando aquellos días en Elcano, junto a compañeros de Galicia que te enseñaron canciones de allí mientras añoraban a sus madres y a sus novias. Por la enfermedad, volviste hacia atrás, recordando inconscientemente tiempos felices antes de partir...

Papá... Hoy hace doce años que te marchaste. No sé dónde estarás. Pero si eres al menos la cuarta parte de lo feliz que fuiste en Elcano, con eso me conformo.

Papá... sé feliz allá donde te encuentres.

miércoles, 26 de septiembre de 2007


Para el marinero de agua de sal más dulce que he conocido nunca. Va por ti, Corsario.



Han dejado de buscaros. No estábais dentro del barco. De ese maldito barco que un día supuso vuestro sustento y el de vuestra familia, y ayer fue prisión con rejas de olas y candados de salitre.

Vuestros cuerpos reposan, ajenos quizá al dolor y los ojos secos de tanto llorar. Hinchados, sí, pero sin que el agua –otra vez el agua- surja de ellos. Las manos duelen de tanto ser apretadas, enlazadas, en una oración imposible. Teníais que aparecer. Vuestra no presencia no formaba parte del doloroso guión. Vuestros tres cuerpos de marineros valientes, como os bauticé el otro día, tenían que aparecer, aun trayendo con su imagen atroces pensamientos de dolor y gritos desgarradores ante la evidencia.

Pero no aparecísteis.

Quién sabe si una sirena aburrida de estar sola en el mar Atlántico de mi Cádiz bonito, ha querido atraparos en su red para que le hagáis más dulces los días, compartiendo con ella aguerridas historias de jornadas en mares embravecidos y contándole anécdotas de los chiquillos que os esperaban en la humilde casa marinera.

Va por vosotros, en el deseo de que algún día, no demasiado lejano, aparezcáis. Aunque dejéis huérfana a la sirena y su red.

martes, 25 de septiembre de 2007


Rondándote.
Aquí estoy rondándote,
inventando cien escaramuzas
para que no me encuentres,
para que pueda seguir mirándote,
observándote, escudriñándote,
en una oscuridad clandestina,
sin que te des cuenta
de que estoy a tu lado.

Eso me divierte.

Ser tu sombra,
tu hada nocturna,
tu mariposa gris,
libélula entre las libélulas,
extraña imagen de mí misma.

Porque temo que,
si me abro
y me muestro
y me entrego
y me tomes,
tembloroso,
entre tus dedos, tus brazos, tu pecho y tu cuerpo,
nunca, nunca jamás,
pueda escapar de ti.

Y, créeme, quiero seguir siendo libre
para continuar saboreándote en silencio.

lunes, 24 de septiembre de 2007

Súplica


Si te descubro
encendido,
con el deseo del curioso
y las ganas del novato,
no te quejes
de los besos malignos,
las caricias a pares,
los destellos en mis ojos.

Espectador de mis senos,
jugador entre mis muslos,
actor de situaciones aprehendidas
(y aprendidas)
de muchas mujeres,
pero únicas en cada una de ellas.
No te quejes.
No.

Consúelate.

Así soy,
Así eres.

viernes, 21 de septiembre de 2007




Encuéntrame.


La recompensa será la esperada: besos en recodos ignotos, caricias a tus lunares ocultos, lametazos en tu piel salina, sonrisas respondiendo a tus diabluras.


Encuéntrame, sí, y permite que tus dedos se paseen por el filo de mi escote, por el encaje de las medias que atenazan sin piedad mis muslos, que jueguen por el tacón de mis sandalias, estilete mortal que ansiarás recorrer con tus ojos hambrientos.


Encuéntrame, sí, de una vez, y deja que tus manos bullan por debajo de mi falda, que levanten algodones y tules, que sometan encajes y transparencias; que, desvergonzadas, retiren braguitas imposibles y suelten algún cachete inesperado.


Encuéntrame, sí, de una vez y para siempre, y no dejes de buscarme a perpetuidad, olvidando allá donde quieras las buenas formas para doblegarme, rendirme, y hacer que me muestre ante ti a la vez sumisa y salvaje, azúcar y sal, guinda y guindilla.

miércoles, 19 de septiembre de 2007

Singular y uno



"La playa y la alta mar dan al hombre un sentido de la distancia, en relación con el llano inmenso que lo rodea; el horizonte es para el marinero y el pescador, singular, uno, sin solución de continuidad, redondo, sin salida posible, como una cárcel, como un grillete gigantesco que sujeta las almas". (Domingo Manfredi Cano, escritor y flamencólogo)



Singular. Uno. Así es el mar para Domingo Manfredi. Sin solución de continuidad, redondo, sin salida posible, como una cárcel. Como un grillete gigantesco que sujeta las almas, sí. Así es para Manfredi y para los valientes marineros del Nuevo Pepita Aurora que desde el fatídico cinco de septiembre pasado descansan en la paz eterna. Tres de ellos siguen esperando que les liberen del grillete gigantesco, que la llave gire y puedan reencontrarse con sus seres queridos, aun fríos, hinchados y con el horror de la asfixia en sus ojos. Pero al menos, aún con el sello horrible de la muerte en sus rostros, tendrán un lugar donde su gente, su gente buena, humilde y sencilla que les llora en la lonja, tengan un lugar más adecuado para hacerlo. El cementerio de Barbate.


Faltan tres. Tres presos que no se han podido liberar aún de los grilletes del mar. Rezo porque muy pronto nos den la noticia.

Mi despacho da al mar, afortunadamente. Al muelle. Todos los días veo el trasiego de buques y barcos que atracan, que se marchan, gente que va, que viene; incluso a veces, desde el balcón de mi despacho, les digo adiós con la mano, como me ocurrió el otro día con un barco de marinos chinos que estaba de instrucción.

La otra mañana fue infernal, llena de truenos y con el cielo negro. Caía el diluvio. Y yo pensaba en los marineros que seguían en el fondo del mar, y que sería imposible rescatarlos con ese tiempo. Y todas las mañanas, cuando llego y abro el balcón, miro al frente y compruebo si el mar está calmo o bravío, si las condiciones serán buenas o no para el rescate. Hoy por ejemplo la mañana era bellísima, el mar perfecto para ello. Sabía que habían estado toda la noche intentando localizar algún cuerpo y luego, a través de internet vi que sí, que uno a la una de la mañana y otro a las siete, justo cuando yo me estaba arreglando para ir al trabajo. Me alegré mucho por ellos y por sus familias, porque ante lo inevitable de sus muertes al menos hay que felicitarse porque los hayan encontrado, pero aún faltan tres. Faltan tres. Faltan tres.


Descansad en paz, valientes marineros del Nuevo Pepita Aurora. Ánimo a sus familias y a todos los barbateños, gente buena de sal y olas. Corsario, te mando un beso especial para ti.


lunes, 17 de septiembre de 2007

Nos ha jodío...






Qué lástima. Después de los tremendos partidos, tras esos hombres luchando con rabia, con furia, con tesón... va Rusia y se queda con el oro.


Estoy muy triste. Sé que la plata es un excelente resultado, por supuesto, pero está claro que aquí sabe bastante amarga.


Besos para estos chicos que tanto nos hacen vibrar, y, especialmente, mil para mi Bomba favorita, mi Bomba Navarro (aynssss, es que este niño me puede... y que me perdone su mujer).


¡Ánimo, sois unos campeones! Y un millón de gracias por estos momentos que nos habéis regalado...


NOTA IMPORTANTE: A petición de María, y porque por supuesto se lo merecen, ahí tenemos a nuestros chicos de voley celebrando su fantástico oro. ¡¡¡¡¡¡FELICIDADES!!!!!!

sábado, 15 de septiembre de 2007


Los vaticinios se cumplieron.
Las promesas de comerme a dentelladas,
el adelanto de una azotaina inofensiva,
el porqué de esa sonrisa malvada,
(y a la vez, el de esos ojos deliciosos),
la caricia tenue no solicitada,
pero siempre agradecida.

Tus argumentos sonando en mis oídos,
tus dedos retozando, remolones,
en mi cabeza, buscando rizos
indolentemente.
Los besos, en mil huecos
estallando;
las venas,
con la pulsión extrema
del gozo incontenido.


Los vaticinios se cumplieron, sí.
Los párpados, cerrados;
el corazón, henchido.
Las caderas, abarcando.
Tus brazos, sobre los míos.

Y yo,
(sí, toda yo)
yo, me convertí al fin
en confirmada promesa,
ya sin corazón marchito.

martes, 11 de septiembre de 2007

Positivo y Negativo


Las palabras se me agolpan y no sé muy bien ni por donde empezar.

Acabo de terminar de ver uno de mis programas favoritos, Documentos TV. El reportaje de hoy se llamaba Positivo, negativo, y me ha parecido muy, muy bueno, como prácticamente todos los que se ofrecen en este espacio. Qué buena idea además jugar con el positivo, negativo, del revelado de una fotografía y de los resultados de las pruebas del sida. Y ahora verán por qué lo digo.

Se trataba de un documental sobre la vida de los seropositivos en Angola, y sobre la mirada que de ellos hacen unos adolescentes a los que una fotógrafa española, Rosina Ymzegna, les regala unas cámaras de fotos. El fin es que los chavales, pertrechados de su correspondiente cámara y dos carretes cada uno, uno en color y otro en blanco y negro, ahonden en la realidad de su ciudad, Luanda, y fotografíen tanto a niños, como a mujeres, como a hombres, y entre ellos a sus familias, sus vecinos, sus compañeros de escuela. De esas fotos, se escogerían las mejores, y éstas se expondrían posteriormente en Madrid, en una muestra bajo el hermoso y original epígrafe de FotogrÁfrica. No he visto el nombre escrito pero quiero imaginar que es así. No encuentro otra manera.

El documental, aunque mostraba a todos los chavales que participaban en la iniciativa -creo recordar que eran quince-, se centró especialmente en Faustino, un chico de catorce años. Precisamente la edad que mi hijo Javier cumple hoy, 12 de septiembre. (A estas horas yo rugía, a una hora aproximadamente de parir. Un parto dificílisimo que casi nos costó la vida, por cierto, a ambos).

Me encantó conocer a Faustino, aunque vivamos a tantísimos kilómetros de distancia, aunque él jamás sabrá de mí, aunque él jamás sepa localizar Cádiz en el mapa. Me pareció admirable que desde los diez años decidiera irse de su casa para irse al otro lado de la ciudad, donde están las chabolas, ya que al lado de éstas está la escuela, y así podría estudiar. Su madre es deficiente mental y el padre creo recordar que dijo que falleció de sida. En cualquier caso, le echó coraje a la vida y aun dejando a su madre con la hermana, apostó por su futuro de libros de texto y polvo de tiza, y se fue. Aunque la miseria le corroyera, aunque tuviera que vivir en unos barracones de lata y cartón. Aunque sobreviva comiendo todos los días -él, en edad de crecer- un amarillo puré de harina de maíz. Aunque sólo consiga malvivir con menos de dos euros diarios vendiendo juguetes de lata que fabrica con aerosoles vacíos.

Faustino, con esa asombrosa dignidad de los pobres más pobres, adecentó su chabola de cartón y lata, y estiró trapos, barrió el suelo con unas hojas grandes de palmera y ordenó lo poquito que tenía que ordenar. Quería que todo estuviera limpio y adecentado para cuando acudiera Rosina a darle su primera clase de fotografía. Qué muchacho tan cabal, con la madurez y serenidad que sólo puede aportarte la experiencia de salir a trompicones de los obstáculos que te pone la vida...

Mientras veía complacida las hermosas fotos que hacía Faustino -la hermosa hermosura dentro de la pobreza más paupérrima, valga la doble redundancia-, me dejaba llevar por los datos escalofriantes del reportaje: en el mundo hay cuarenta millones de enfermos de sida, y en África, veintiséis millones. Las campañas de prevención son constantes en Angola donde, afortunadamente, aún la enfermedad no ha causado los estragos que en otros países del continente negro. Pero pasa lo de siempre: los chicos no quieren usar la camisinha porque dicen que pierden sensibilidad en sus relaciones sexuales, y las chicas tampoco quieren utilizarla porque al hacerlo, sus hipotéticas parejas piensan que ellas están enfermas y no quieren propagar la enfermedad si practican sexo. La típica pescadilla que se muerde la cola.

Conocí las vivencias de Carolina, una valiente mujer que es seropositiva pero que ha tenido un bebé precioso sin estar enfermo porque lo tuvo por inseminación artificial y el parto fue por cesárea. A pesar de que sufre el rechazo de muchos convecinos, ella no se calla y denuncia el abandono de las autoridades locales en materia de ayuda contra el sida. Conocí el caso de un pobre enfermo sin nombre, dejado de la mano de mi Dios o del suyo en una especie de residencia para terminales, comido por las moscas y llenito de dolores, esperando pacientemente la muerte. Conocí la historia de Jefeta, que con una dentadura preciosa, sonríe a sus catorce años y dice que de mayor quiere ser abogada. Pequeñas grandes historias que me han conmovido, como lo ha hecho también la de Faustino, que, paradojas de la vida, mientras salía de su chabola de lata y desechos para hacerse un plato de puré de harina de maíz, dejaba atrás, colgado en un cartón a modo de pared, un enorme póster de dos megaestrellas multimillonarias: Ronaldo y Ronaldinho.

lunes, 10 de septiembre de 2007

Déjame


Déjame reposar mis labios en los tuyos,
y al hacerlo, obtener la certeza de saberte mío.
Fabricaré para ti
retazos de mi vida,
retales de recuerdos,
cosidos todos primorosamente
y anclados así en mis sueños.


Déjame, al fin, conquistarte,
y clavar mi bandera de amor en tu pecho,
gritando a todos que eres mío,
cincelando mi nombre
en tu cuerpo extendido.

domingo, 9 de septiembre de 2007

Sensaciones


Sintiéndote,
como si apenas existieras,
como si fueras sólo una sombra,
como un dibujo desvaído
de carboncillo sobre papel.

Sospechándote,
como cuando te metes de soslayo en mi cama,
y mientras duermo,
me besas los párpados,
aquellos que por ello nunca quiero abrir.

Intuyéndote,
como cuando advierto el chasquido
de tus besos divinos en mis orejas,
y tu vaho caliente
regala oleadas de tibieza.

Te siento, te sospecho, te intuyo... Te tengo, al fin.

sábado, 8 de septiembre de 2007

Cádiz


No sé si a ustedes les gusta el flamenco. A mí, me apasiona. En mi casa no había nadie, a excepción de mi padre, que fuera aficionado. Así que ahí me ven ustedes, con nueve o diez años, junto a mi padre y un antiquísimo magnetófono SANYO, el primero que él compró y que aún recuerdo como si lo tuviera delante, escuchando juntos las voces de La Paquera de Jerez, Beni de Cádiz, El Chocolate, Rancapino, Chano Lobato o Camarón. Para mi oído infantil era mucho más fácil escuchar cantes festeros -alegrías, bulerías, cantiñas, mirabrás-, pero inconscientemente mi interior detectaba que tras los quejíos y la jondura de los cantes serios había algo más. Los sentimientos a flor de piel en una caña, la tristeza infinita en unas carceleras o unos martinetes, soberanía en unas tarantas o en un polo.

Aprendí a distinguir unas bamberas de unas rosas, unas guajiras de una minera, entre otras cosas porque no tenían nada que ver... a excepción de ese cordón umbilical que era el plasmar los sentimientos a través del quejío, los melismas y lo jondo. Que no hondo: en flamenco, es jondo.

Anoche asistí con Laura al estreno de la obra "Cádiz", con la dirección escénica de Pepa Gamboa y la coreografía de El Junco -no confundir con el ex amante de Lola Flores, que este Junco es otro, un bailaor genial de Cádiz-.

No tengo palabras para describir el maravilloso espectáculo que anoche degusté en el Gran Teatro Falla. Y digo bien degusté porque fue un auténtico deleite para los sentidos. Ante un teatro completamente abarrotado, se rendía homenaje con "Cádiz" al espectáculo que en 1933 elevó a la categoría de leyenda a La Argentinita: "Las calles de Cádiz", con un libreto de Ignacio Sánchez Mejías.

Una obra larga -dos horas y media- que mostraba en dos partes divididas por un descanso de quince minutos, los cantes de mi tierra, apoyado todo por un excelente plantel de bailaores, guitarristas y excepcionales cantaores. Aquí no había como suele ser habitual en el flamenco moderno, ni flautas, ni violines, ni siquiera cajones. Los únicos instrumentos fueron las guitarras flamenca y las voces exquisitas de Mariana Cornejo, Carmen de la Jara, Miguel Rosendo, David Palomar y Emilio Florido. No hacía falta más, aunque suene a tópico.

Acompañando al cuerpo de baile, formado por cuatro chicas y cuatro chicos, como artistas invitadas estaban las grandes y jóvenes bailaoras gaditanas María José Franco -impresionantes sus zapateados-, Ana Salazar -que no sólo baila como los ángeles, sino que también cantó dos piezas con voz y sentimiento desgarradores, resultando inolvidable su versión personalísima del "Para que no me olvides"-, y Rosario Toledo -menuda, graciosa y cimbreándose como un junco, toda flexibilidad-. Y por supuesto, como plato especial, El Junco. Yo ya lo había visto bailar un par de veces y les aseguro que no hay palabras para describir su arte. Un chico guapísimo, alto, espigado y elegantísimo en sus movimientos, con una fuerza increíble en sus solos de zapateado pero sin ser una apisonadora, dotando al baile del contrapunto justo entre fuerza, firmeza y señorío... y unos brazos y manos que hay que ver en acción. Yo no puedo describir cómo baila. Es imposible.

Los guitarristas, perfectos, y no digamos nada de los cantaores. Comenzando por mi adorada Mariana Cornejo, a la que ahora voy a llamar para felicitarla, y siguiendo por Carmen de la Jara, todo dulzura y majestuosidad -qué gran señora del cante-, terminando por supuesto por los tres cantaores masculinos. Yo estaba literalmente embobada ante tal fuerza, ante tamaña exhibición de maestría. Y eso que los tres son jóvenes y les queda muchísimo aún por demostrar.

Alegrías, mirabrás, caracoles, el pregón de Macandé, cantiñas, rosas, tanguillo, guajira, farruca, fandango de Macandé, soleá, seguiriya, malagueña, tientos, bamberas, bulerías y fin de fiesta... No sé si me dejo algo, pero al menos todos estos cantes los pude degustar anoche en tan maravilloso espectáculo.

No quiero olvidarme de la colaboración especial de Jose Mari Acosta, "El niño", y mi buen amigo José Ramón de Castro, "Ramoni", dos hombres ligados desde hace más de veinte años al carnaval -y aún no han cumplido los cuarenta-, y que desempeñaban con maestría el papel de hilo conductor entre los diferentes cuadros, bien entonando coplillas o con algunos diálogos cómicos, con continuos guiños a nuestras cosillas de Cai.

El espectáculo, al que Laura y yo asistimos por cierto en primera fila, todo un gustazo, se estructura de la siguiente manera:

Primera parte:

1.- Las calles de Cádiz

2.- El viento y la mar

3.- Los catedráticos callejeros

4.- Se buscan artistas

Tras el descanso, la Segunda parte:

5.- Colmao gaditano

Ayer fue el estreno para el público, aunque ya el día 6 se estrenó para invitados al 35 Congreso de Flamenco que se está celebrando desde el día 5 y hasta hoy en nuestra ciudad. Hoy sábado se iba a ofrecer la última función, pero ante el tremendo éxito, se ha decidido que mañana también habrá otra. Posteriormente se representará en Málaga y ya en Noviembre, en Sevilla.

Ignoro si se lanzará en DVD en fechas próximas. Espero que así sea, porque seré de las primeras en adquirirlo. Merece la pena, de verdad.

jueves, 6 de septiembre de 2007







"Mami... algunas veces veo unas manchitas blancas, como si viera la tele con nieve"... (Laura, 8 años)






La sentencia sonó en la consulta del oftalmólogo -silenciosa, en penumbra,dotada de una atmósfera apacible- como un terrible trueno.

- Laura tiene una catarata congénita. Por eso ve "manchitas blancas". Mire al monitor mientras le hago el fondo de ojos. ¿Las ve? Ahí están. Las famosas manchitas blancas.

Y ahí estaba yo, ayer por la tarde, en la consulta del oftalmólogo y sintiendo cómo se me desgarraba el corazón mientras, con voz trémula y sin apartar los ojos aterrados del monitor, le acribillaba a preguntas:

- ¿Derivará a peor? ¿Qué le pasa a Laura? ¿Congénita? ¿La tiene entonces desde que nació? Ella jamás se ha quejado de la vista, jamás...

El abatimiento pudo al miedo en el tono de mis preguntas. Allí estaba yo, y aun acompañada de mis dos hijos, sola, como siempre. Sola. Ustedes ya me entienden. La cabeza comenzó a girar vertiginosamente.

-No, no se preocupe que no es grave. La niña lo tiene desde que nació, pero no es grave. No hay que operar ni hay que preocuparse, a menos que las manchas blancas crecieran o fueran a más.

No es grave, pero cuando le pregunté ayer por la tarde a Laura -al salir del médico y en el parque donde le gusta montarse en los columpios-, si esas manchitas las veía siempre, me dijo, sonriente, que sí. Y repitió, al igual que otras veces y como en la letanía de una de sus canciones de palmitas, ignorante de lo que padece:

- Mami, es como si viera la tele cuando no se ve la peli, cuando sale la "nieve".

Y mami, con el corazón desgarrado, le sonrió y empezó a pensar para sus adentros qué calidad de vida tendrá su hadita, su princesa, su niña por la que moriría sin dudar, cuando la criatura posiblemente va a ver toda la vida delante de sus ojos salpicada de manchitas blancas. Su Laura.

El gusano atroz del miedo, a pesar de las esperanzadoras palabras del oftalmólogo, había empezado, ya desde la consulta, a escarbar en su frágil corazón y a atenazar sus dedos y su mente, hasta el punto que impidió que anoche pudiera escribir prácticamente nada, sólo una rápida contestación a una nueva invitada que se acercó a mordisquear una de estas cerezas. En su mente sólo había un nombre, una idea, una obsesión: Laura.

miércoles, 5 de septiembre de 2007


Están solos. La desesperanza puede con ellos. Durante muchos años perseguidos, teniendo que esconderse en armarios repletos de naftalina, estos homosexuales se asombran del mundo abierto y plagado de ventajas y reconocimiento social -en su gran mayoría, a pesar de las barreras, que todavía las hay- del que disfrutan chicos y chicas homosexuales, que han optado por no esconderse y asumir naturalmente su sexualidad.


Cuando digo que están solos me refiero a Juan, Fernando, Manuel y Gloria, los protagonistas del Documentos TV de hoy, que ha terminado hace un ratito. El tema giraba en torno a la homosexualidad entre los ancianos y gente mayor. Testimonios muy duros, sobre todo de soledad, como contrapunto a ese mundo de gays y lesbianas con una excelente posición económica y social. Viejitos con pensiones de 400 euros, con dos infartos al pecho (por no decir a la espalda) y poquitas ganas de vivir tras haber pasado incluso por la terrible experiencia de los electroshocks... Lesbianas luchadoras como Gloria que a sus años le desvela a su hermana que no es heterosexual, o como Susana, psicóloga argentina, que en el Madrid de la movida comenzó a descubrir garitos oscuros donde poder besar a las chicas, iniciándose así para ella un sendero lleno de luz y esperanza...


Entre ese mundo de tristeza y desesperanza, la sonrisa franca de Juan que, palabras propias, y a pesar de no cumplir ya los 65, "aún espera a su media naranja". Esa sonrisa me pareció una flor en medio de tanta soledad, una brizna de color entre tanto gris de represión padecida.

martes, 4 de septiembre de 2007

Sueñen...


Se acabaron unos días de vacaciones de los que he disfrutado y mañana -ya hoy en realidad, en muy pocas horas-, vuelta al trabajo.

Hoy no dispongo apenas de tiempo para escribir. Pero al menos, quería desearles buenas noches a todos. Sigan soñando con historias arrebatadoras, música que enamora, bailes maravillosos, enanitos de cuento, escenas surrealistas y besos apasionados; háganlo con las caricias tibias que se dieron y con aquellas que están aún por venir. No dejen de hacerlo... y sueñen, por favor...

lunes, 3 de septiembre de 2007

Eso creyeron entonces


Después de años de no verse, pero sí de imaginarse, les pareció mentira. No se creían esos dedos recorriendo trémulos la piel ajena, palpando carne algo más marchita pero también más sapiente; se asombraban de reencontrarse de nuevo en sus respectivos regazos después de tantos años. Ahora el gozo era distinto: los cuerpos, dotados de más experiencia, sabían captar todas las señales que antaño les eran imperceptibles; su capacidad de respuesta ante los estímulos era quizá más tardía pero con seguridad más placentera.

Habían pasado varios años desde la última vez que se tuvieron, desde aquella noche de luna nueva, oscura como el destino que debía separarles, llena de neblosos presagios y adelantos tenebrosos de una separación que habría de ser –eso creyeron entonces-, definitiva. Él cerró –aún más- los ojos, e intentó recordar el momento exacto de ese último beso, el instante cruel en que sus labios deseaban inexorablemente perpetuar lo perecedero, lo que tendría que morir a la fuerza en aquel mismo segundo. Le vinieron entonces a la mente las amargas lágrimas de aquella chica, menuda, pelirroja y graciosa, que en aquella lóbrega noche tornó sus mohines traviesos por desdichadas muecas de pena. Las lentejas de su cara pecosa le parecieron mucho más oscuras, de sombrías que se volvieron, y el verde de sus ojos, siempre dos lagos transparentes, aparecían ahora repletos de cieno, ofreciendo un color mucho más intenso.

La despedida fue terrible. Anterior a aquel beso que unió sus labios por última vez durante muchos años y, para siempre –eso creyeron entonces-, hubo caricias repletas de amor, abrazos que congestionaban, llenos de desesperación porque venían de personas condenadas a separarse, mordisquitos preñados de picardía que aquella amarga noche no sabían más que a dolor. Hicieron el amor como tantas otras veces, pero a sabiendas de que no volverían –eso creyeron entonces- a compartir nunca más el lecho, en vez de entregarse de una forma desbocada, se amaron por tiempos, como en una pieza musical. Desde el Adagio Cantabile al Prestissimo, pasando por el Andante Moderato… aunque predominó el Lento. No podía ser de otra manera.

Tras años y años de no tenerse, de no compartir susurros y guiños, ternura y secretos, de no adivinarse entre las sábanas de algodón, ahí estaban, el uno junto al otro, dos cuerpos con más arrugas y con la certidumbre y las ventajas de conocerse perfectamente. A pesar del tiempo transcurrido, no habían decrecido las ganas de arrullarse y eso se notaba en el cariño puesto en el encuentro, en la ilusión con la que se bajaban cremalleras y desabrochaban botones, en la apremiante necesidad de unir bocas en besos incontrolados.

Los amantes, pues, repitieron los gestos que habían protagonizado la última noche –eso creyeron entonces- que iban a estar juntos, y no por duplicados, les parecieron menos hermosos y emocionantes.

domingo, 2 de septiembre de 2007


Acabo de venir de dar un paseo con Laura por el paseo marítimo. Hace algo de viento, pero no es excesivamente desagradable. Ello me ha permitido disfrutar muchísimo de esta playa nocturna, de este paisaje maravilloso, con una marea vacía que dejaba al descubierto kilómetros de arena dorada, limpia, fina, maravillosa. Pasear de noche por la playa y por el paseo marítimo es uno de los grandes lujos impagables de los cuales disfrutamos los gaditanos. Nuestra ciudad es muy tranquila, pequeña, donde prácticamente todos nos conocemos, y donde la cultura de la playa y de dar un paseo junto a ella y en ella misma está muy arraigada desde que somos pequeños. Lógico en un sitio que prácticamente es una isla, y donde el mar tiene tanto peso.

Se nota que ya estamos comenzando el mes de septiembre porque hay bastante menos veraneantes por el paseo marítimo. Ya no hay tanta gente curioseando entre los puestos de baratijas y el volumen de comensales en las terrazas de los restaurantes o en los chiringuitos nocturnos en la playa empieza a ser menor. Poco a poco, casi sin darnos cuenta, la ciudad se irá quedando con su gente de siempre, los chiringuitos, tumbonas y sombrillas de paja se recogerán hasta el verano que viene, y el vendedor de mojama y cañaíllas sólo aparecerá los domingos de sol al mediodía.

Eso sí, me queda como consuelo que siempre estará ahí mi playa para poder seguir paseando por ella los días menos fríos del invierno. Siempre mi adorada playa de Cádiz.

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