viernes, 31 de agosto de 2007

El triunfo de la belleza sobre el horror



"No es esencial que los oyentes detecten con precisión todos los procedimientos rítmicos de la música que oyen, como no necesitan detectar todos los acordes de la música clásica. Eso queda para los profesores de armonía y los compositores profesionales. ¡En el momento que reciben una sorpresa, se dan cuenta de que es hermoso, que la música les conmueve, el objetivo se logra!" (Olivier Messiaen, 1908-1992)








Anoche asistí con Laura al último concierto dentro del ciclo que ha organizado en este verano el Casino Gaditano. Bajo el marco de una arquitectura preciosa, de estilo mozárabe, y un público en respetuoso silencio entre movimiento y movimiento, sin toses inoportunas ni aplausos fuera de lugar, asistí a un brillante concierto a dúo de los músicos Arnol W. Collado (piano) y Miguel Domínguez (clarinete).


Desconocía el programa cuando me senté allí, en un patio cubierto por una montera acristalada de colores vivos, que pronto se llenaría, quedando incluso muchas personas de pie. Y es que en Cádiz hay hambre de buenos momentos culturales. Es una lástima que, aun habiendo propuestas, algunas sean bastante mediocres, como la programación para este otoño en el Gran Teatro Falla. Al menos, comparándola con la de otros años, me parece realmente menos brillante.


Decía que no sabía qué programa era el que nos iban a ofrecer estos dos músicos cuando acudí al concierto. Y cuando lo vi, reconozco que desconocía uno de los nombres. Eran obras de Schumann, Saint-Saëns, Pierné, Messiaen y Malcom Arnold. De los cuatro primeros, sobre todo de Schumann, sí que había disfrutado obras, no así del último. Y me sumergí , junto a mi hija -atenta a los músicos, a los instrumentos, a la música, a las partituras en su atril, a todo- en hora y media de un recital francamente bueno y que agradó muchísimo a los allí presentes.


En un momento dado, el clarinetista ofreció el Tercer movimiento para clarinete solo del Cuarteto para el fin de los tiempos. Antes, nos ofreció un esbozo del porqué de esa pieza y cuáles fueron las terribles circunstancias en las que fue escrita. Además, nos adelantó detalles musicales que íbamos a escuchar, para que así lo percibiéramos en toda su intensidad. Sin duda, una valiosa explicación académica. No en vano, Domínguez es profesor del Conservatorio en Sanlúcar la Mayor (Sevilla).


Olivier Messiaen, músico y ornitólogo, la escribió en un campo de concentración, donde conoció a otros músicos (un clarinetista, un chelista y un violinista). Los cuatro, en condiciones nefastas como lógicamente correspondían a un campo de este tipo (los instrumentos deteriorados, especialmente el piano que tocaba Messiaen, de tipo vertical y con falta de algunas teclas, nula calidad en cuanto a acústica, un frío espantoso en ese enero de 1941, etc.), ofrecieron la obra tras un tiempo de ensayo. Y aquella, en medio del horror, de la desesperanza y de la angustia, encantó tanto a prisioneros, como a vigilantes, como a soldados. Por unos minutos, el horror se vistió de música y logró aunar espíritus enfrentados. Anoche en Cádiz, mientras oía la triste pieza, pensé que la fuerza de la música tiene el inmenso poder de, a menudo, arrasar incluso con la desgracia, el miedo, la desdicha. Y en este caso concreto se trató del triunfo de la belleza sobre el horror.

7 mordiscos a esta cereza:

Unknown dijo...

No creo, Mi querida Guinda, que la belleza logre triunfar sobre el horror; pues el daño, cuando alcanza esa categoría, -Y tú lo sabes bien- se puede maquillar, disfrazar... pero nunca reparar. Mas pese a todo acabamos volviendo a sonreír.

Es horroroso lo que sucede a los verdugos: De tanto acumular odio, sufren la desdicha de la insatisfacción perpetua.

Belén Peralta dijo...

Pero, Corsario, aunque se consiga el daño, tan sólo con que la belleza logre maquillar o disfrazar como dices, yo considero que ya ha triunfado sobre él.

Aquellos pobres músicos y sus desgraciados compañeros que oían la pieza estarían inmersos en el dolor, pero por unos momentos, aunque ya el daño estaba hecho, pienso que la belleza triunfó, pues sus respectivos espíritus probablemente se vieron dulcificados con esa música, ya que el estreno les gustó mucho. Y, posteriormente, considero que la belleza triunfó frente al horror, ya que, a pesar de las pésimas condiciones en las que aquella pieza fue compuesta, ha logrado sobrevivir con el paso del tiempo y convertirse en una obra de gran valor.

Al menos, esa es mi opinión. :-)

Muchas gracias por acompañarme desde tu jabeque y ofrecerme la tuya, mi Corsario.

Biquiños y apertas,

B.

PD: Los verdugos siempre se merecerán esa insatisfacción perpetua de la que hablas.

Belén Peralta dijo...

Acerca de este concierto, aquí puede leerse la reseña del crítico musical de Diario de Cádiz, Juan Antonio Castañeda, músico y profesor de música. A mí, por cierto, me dio clase en Bachiller.

http://www.diariodecadiz.com/155823_ESN_HTML.htm

Unknown dijo...

Tal vez tengas razón, Belén. Debe ser que algo de rencor a anidado en mí. Lucharé contra él.

Doctor Krapp dijo...

Lamentablemente comparto la opinión de Corsario. Es muy dificil, yo diría imposible, dulcificar el dolor. Quizás con el tiempo la belleza triunfó sobre el dolor ya que esa obra ha podido llegar a nosotros; pero el dolor, el puro y duro dolor, no pudo ser dulcificado, solo, y de forma temporal, desviado. La atrocidad era demasiado grande para ser dulcificada.

Yo siempre me acuerdo de Victor Jara en el Estadio Olímpico de Chile, una imagen nunca vista pero muchas veces imaginada, con las manos arrancadas y cantando, cantando, cantando. Su canto, en aquellas horrorosas circunstancias, no menguaban el dolor ya que en realidad era ya solamente testimonio de si mismo.

Silvia Darnis - embolic dijo...

Pues yo estoy de acuerdo con Guinda, la belleza puede triunfar, aunque sea un triunfo pasajero, sobre el horror.

Y triunfó ante el público entero si es cierto lo que explica, triunfó entre condenados, verdugos, miserias, miserables, sometidos y tiranos.

Esta belleza que surgió del dolor ha perdurado en el tiempo haciendo oda, precisamente, de su fuerza superior...

Belén Peralta dijo...

Exacto, yo quería expresar lo que quiere decir Embolic, pero quizá no he sabido hacerlo correctamente.

Es indudable que aquella pobre gente que asistía -imagino que atónita- a aquel oasis en medio del horror, no iba a convertirse en menos desgraciada por aquella hora de concierto, ya que su tremendo dolor continuaría una vez terminado.

Pero la belleza que había en aquel campo en forma de música considero que sí triunfó sobre la desgracia durante aquella hora y luego para la posteridad, al convertirse en una obra clásica.

Sea como fuere, a mí me conmovió profundamente recordar de nuevo -ya conocía la historia- en qué condiciones horribles fue compuesta y estrenada la obra. Escucharla fue realmente emocionante.

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