viernes, 15 de junio de 2007
Tu silencio me sobrecoge, me turba. Prefiero escucharte, sentir cómo me susurras dulces palabras de amor o me fustigas con palabrotas encendidas mientras cabalgas a lomos de tu deseo. Es decir, de mí. Me gusta más oírte, ver como me demuestras con maquiavélicos gruñiditos que eres capaz de mojarme diciendo mi nombre muy bajito, con malicia contenida, como si fueras un niño travieso y dulcemente malvado.
Cuando acercas tus labios a mis orejas, para regalarme los oídos con tus escogidas palabras, sean de amor tibio o escandaloso deseo, los rozas contra mi piel de melocotón y haces que me erice entera. Mis pezones se engrosan, mis aureolas se encogen, mi sexo te busca. Tus dedos me encuentran. Por esas razones, no me gusta tu silencio. Háblame.
Para etiquetar en la cajita como: Guindillas picantes
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